XLIX

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Lydia

Jason llamó a la ambulancia. Él parecía mejorar por momentos, hecho el cual tan solo me confirmaba que no era enteramente humano. Había perdido muchísima sangre, y cualquier otra persona en sus circunstancias ahora mismo no estaría consciente... no estaría vivo. Temía por su vida, pero ahora mismo él parecía estar tan bien... y tan preocupado.

De repente, posó sus manos por mi espalda y me cargó, llevándome hasta afuera de aquel lugar. Me agarré a su cuello con mis dos manos. Podía sentir sus fuertes brazos agarrándome, desesperado por encontrar algún lugar donde podamos sentarnos tranquilos después de todo esto. Finalmente, visualizó un tronco y fue allí donde me dejó sentada.

—La ambulancia está en camino, ¿vale, cariño? —me avisó mientras agarraba mi delicada mano, haciéndome estremecer por su tacto cálido en mi fría piel.– No puedes mover las piernas, ¿verdad? —me preguntó.

Negué con la cabeza y, seguido, apoyé mi cabeza en su firme hombro. Todavía estaba asustada, y ambas rodillas me dolían tantísimo que no sabía cómo me estaba reprimiendo el llanto y los gritos. Nada de esto era normal para mi, estaba más asustada que otra cosa.
Jason seguía agarrando mi mano, mientras con su otro brazo sostenía mi espalda. Él estaba acariciando mis dedos cuando me hizo la siguiente pregunta.

—Supongo que después de esto tendré que desaparecer de tu vida.

Alcé mi vista para contemplar sus tristes ojos color ambarinos en los que me solía perder tantas veces.
He estado tan enfadada con él, le he temido tanto estos días atrás, que por supuesto él pensaba que no deseaba verlo nunca más. Y estaría en lo cierto si no fuera porque cada vez que estoy con él, me encuentro tan bien.
Él ha dado su vida por mi, ha estado aquí por mi, ha intentado salvarme lo más que ha podido, y me ha ayudado tanto... joder, me ha ayudado tanto este tiempo atrás que jamás podría pagar todas sus deudas, aunque a él no le gusta llamarlas así. Además, tampoco le dejé hablar después de haberme marchado despavorida de la fiesta. De todas formas, aquella cosa que había visto era tan horrible que simplemente sentía pavor por el simple hecho de pensar que podría estar con un pedófilo-homicida a mi lado. Y no sé, podrían llamarme loca, pero cada vez que miro a esos ojos siento que estoy a salvo, muy al contrario de como aquel vídeo pudo haberme hecho sentir.

—Jason, la verdad...

El sonido de las sirenas de la ambulancia captó nuestra atención, antes de que pudiera siquiera empezar a decir lo que estaba por decir.
Jason volvió a cargarme y me acercó a la furgoneta, a continuación me tendió en la camilla que los auxiliares habían sacado de la parte trasera de la ambulancia y luego la arrastraron hasta dentro. Jason tan solo miraba la escena. Estaba deseando que él subiera y estuviera a mi lado, pero ninguna palabra salió de mi boca, y él parecía creer que yo realmente deseaba que desapareciera de mi vida. Me sentían tan horrible que ni siquiera el constante dolor de mis rodillas reventadas podían competir por cómo se sentía mi corazón en este momento.
Contemplaba el techo de aquel auto mientras todas las sensaciones se apoderaban de mi alma. Estaba devastada y me sentía tan sola en aquel momento que hubiera casi preferido que acabaran con mi vida.
¿Cuáles eran mis sentimientos? Vergüenza, desengaño, arrepentimiento... y la lista seguía y seguía con muchos otros que no estaban cerca de ser positivos.

Una vez ya hubieron visto el estado de mis huesos gracias a una radiografía, expliqué que me había tropezado de forma espantosa en el bosque de donde me habían recogido. Claro, era una mentira, pero qué otra cosa podría decir. Jasón inventó aquella excusa y al menos eso era más creíble que contar que un monstruo diabolical estaba a punto de acabar con mi vida.

—Es como si le hubieran golpeado con algo extremadamente duro a propósito —decía el radiólogo, mirando sobre las gafas aquella radiografía—. Es horrible —añadió.

Fix Me Up 『Jason The Toymaker』Where stories live. Discover now