Aquella tarde, al entrar al café, esperé con impaciencia a aquél chico. Debía agradecerle por todo.
Las horas pasaban y aquél chico parecía no querer venir.
—Parece que estás esperando a alguien, ¿o me equivoco? —preguntó Beth, pícara.
Me giré bruscamente.
—No digas tonterías, Beth—me defendí.
—¿Tal vez sea él? —preguntó señalando tras de mi, y escuché el sonido de las pequeñas campanas las cuales sonaban cada vez que alguien abría la puerta.
Me giré de nuevo.
Era él.
Ocupó el sitio de siempre.—¿Quieres que le atienda? —preguntó Beth de la misma forma en la que me hablaba anteriormente.
—Deja que lo haya yo —respondí mientras me preparaba para anotar.
Escuché su risa antes de alejarme de ella. Probablemente crea que me gusta, pero no es por eso por que quiero atenderle, y bajo ningún concepto iba a decirle lo que me ha estado pasando.
—Buenas tardes —dije nerviosa—, ¿qué desea tomar? —pregunté.
—Lo mismo que la última vez —respondió.
Así que el café de la casa de nuevo.
—Pero por favor —siguió—, no me asuste esta vez.
Me sonrojé al recordar mi poca profesionalidad de aquél día cuando estuve apunto de caer.
—Créame, no suele pasarme ese tipo de cosas muy a menudo —dije y caminé hasta la barra.
—Estás roja —canturreó la pesada de Beth.
—¿Nunca te han dicho que haces un sonido excelente cuando te callas? —pregunté abrumada.
—No, porque cuando me callo no hago sonido —respondió.
Negué con la cabeza.
A veces Beth podía llegar a ser bastante crédula.Cuando terminé de preparar el café, cogí aire y lo expulsé, intentando calmarme.
No lo comprendo, llevo un año atendiendo en el café y nunca tuve que hacer esta clase de tonterías ni pasar por esta clase de cosas, ¿por qué me ponía tan nerviosa?Agarré la bandeja con el café y caminé hasta la mesa de ese chico.
—Aquí tiene —dije mientras dejaba el vaso en la mesa. Esperé un par de segundos antes de hablar—. Por cierto —él me miró y yo esquivé su mirada—, quería agradecerle por el dinero que me ha estado dando estos últimos dos días. Le prometo que en cuanto pueda se lo devolveré —prometí algo avergonzada.
Él tomó un sorbo del café y volvió a mirarme.
—No se preocupe, señorita, no me gusta que me devuelvan lo que regalo. No tiene necesidad de endeudarse más de lo que está. Puede quedarse tranquila —me dijo con una sonrisa amable y yo me quedé petrificada.
¿Entonces no le debía nada? ¿No estaba en deuda con él? ¿Cómo era eso posible? Jamás he conocido a nadie igual en mi vida.
—No me parece lo justo... —insistí.
—A mi sí, no se alarme. Creo que tiene clientes a quienes atender, deje de pensar en cómo puede devolverme el dinero y haga su trabajo —ordenó.
Tal vez habían sido unas palabras algo bruscas, pero no sonaron así de ninguna forma.
Me despedí y atendí a otros clientes, pues ese era mi trabajo.
Esta vez, el chico pelirrojo se había marchado antes de lo común.
—¿Buscas a alguien en específico, Lydia? —preguntó Beth.
Resoplé. Esta chica sigue creyendo que me gusta.
—Sólo compruebo que no hay nuevos clientes —respondí.
—Claro... —Beth insistía en no creerme.
Miré el dinero que tenía guardado en mi bolsillo del delantal. Había dejado veinte dólares de propina esta vez.
Por una parte me sentía alegre de recibir esa cantidad de propina, pero por otra parte me sentía bastante mal por él. ¿Cómo podía soltar tanto dinero? Tal vez pudiese ser rico... ¿No era obvio?
Me despedí de mis compañeros y caminé hasta mi coche.
No podía ser, me habían robado.
Tenía el cristal del asiento piloto completamente destrozado.
Me alarmé al instante, sobretodo al escuchar una voz tras de mi.—Con suerte alcancé a cogerlos. Esto es tuyo —me dijo aquél chico pelirrojo y me tendió mi cartera.
La tomé y le miré con adombro. ¿Él había capturado a los ladrones?
—Debes andar con cuidado, últimamente hay muchos ladrones sueltos por aquí —me avisó.
—Debo agradecerte por esto y todo lo demás, no acepto un «no» por respuesta —dije y abrí la puerta de mi coche.
Él ladeó la cabeza.
—¿Enserio? Entonces debería aceptar —dijo y se sentó en el asiento copiloto.
Conducía en silencio hasta que aquél chico decidió romperlo.
—Me parece bien que quieras agradecerme todo, pero me gustaría saber tu nombre, ¿cómo te llamas? —preguntó de repente.
Cierto, aún no le había dicho mi nombre.
—Mi nombre es Lydia. ¿Y el tuyo? —pregunté curiosa.
—Yo me llamo Jason —respondió.
Así que este sujeto se llamaba Jason...
...
Una vez entramos a mi piso, Jason escrutaba con la mirada cada rincón de mi casa, pero no se le veía incómodo ni nada por el estilo.
—Parece un hogar bastante acogedor. Es triste que vivas sola aquí —comentó repentinamente.
Me sonrojé sin entender por qué.
—Nunca pensé en una mascota —solté, creyendo que se refería a eso.
—¿Y alguna pareja? ¿Has tenido alguna vez novio? —preguntó tranquilo.
Me sonrojé bastante. ¿A qué venía eso?
—¿Cómo dice? —tartamudeé.
—Lo siento, a veces no me percató de las cosas que digo. Siento haberla hecho sentir incómoda —se lamentó.
Negué con la cabeza.
—No se preocupe —respondí.
—Por favor, tutéeme —pidió.
—Entonces me gustaría que usted... tú me tutearas también —pedí yo.
—Dejémonos de formalidades y vayamos al grano. ¿De qué firma quieres agradecerme, Lydia? —preguntó él, y yo me puse algo nerviosa.
Lo cierto era que dicho así sonaba bastante sucio, pero estaba segura que él ni siquiera de percató de ello. Ahora me siento algo pervertida mentalmente.
—Pensé en... invitarte a tomar algo en mi casa. Lo cierto es que ni siquiera pensé en cómo agradecerte. ¿Tendrías algún problema en quedarte a cenar aquí? Quiero decir, tampoco me gustaría sonar comprometedora, pero...
—No tiene importancia, Lydia. Te dije que no quería que me agradecieses nada. Si crees que podrás agradecerme con un vaso de zumo o algo por el estilo, entonces hazlo, yo me sentiré más que agradecido —dijo, interrumpiendo mi comentario.
Es la primera vez en mi vida que conozco a alguien tan humilde como él, sin embargo, puedo notar algo malvado dentro de él; ¿podría estar equivocada?

YOU ARE READING
Fix Me Up 『Jason The Toymaker』
Random«Algunos humanos parecen demonios; algunos demonios parecen ángeles». Desde el día en el que Jason entró en la cafetería, la vida de Lydia empieza a tener otro sentido. Éste siempre le está ayudando, aunque ella a veces tan sólo le de problemas; pro...