XXV

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—¿Quién es ella, Jason? —insistí.

—Por más que te diga, no sabrás quién es pues no la conoces. Lo único que debes saber sobre ella es que sí, está loca, y que tengas muchísimo cuidado si la ves. Llámame en cuanto la veas, no importa si está muy lejos de ti, ¿está bien? —pidió nervioso.

Me sentía mal por Jason, parecía que sufría desgraciadamente por ella. No sé quién es el malo o la mala de «esta película», pero es obvio que la chica pelirroja está demasiado loca, y Jason no era una mala persona, o al menos eso no es lo que él me ha hecho ver de sí mismo.
Pasé mi mano por su espalda. Él estaba demasiado nervioso, y eso no era nada bueno para nadie.

—Te lo prometo, Jason. Pero por favor, tranquilízate —pedí también.

Él dio un suspiro y pasó sus manos por su rostro. Se le veía bastante estresado. De alguna forma u otra, me sentía culpable por lo que estaba ocurriendo. ¿Debía seguir viendo a Jason? ¿no debía? ¿repercutirá algo sobre él si lo hacía? Desde luego, soy una chica la cual se hace muchísimas preguntas, y que rara vez encuentra una respuesta correcta.

—Jason —le llamé, y él me miró—, lo siento.

Él arrugó su entrecejo y se giró en el sofá un poco más hacia mí.

—¿Por qué te disculpas? —preguntó extrañado.

—Por... por hacer todo esto. Quiero decir..., a ver... —me desordené el pelo, tratando de pensar las palabras correctas— lo que siento es haberme metido en tu vida. Si no hubiese hecho eso, tal vez ahora no tuvieses a esa loca tras de ti.

Jason sonrió de lado. ¿Acaso era gracioso todo esto?

—Que yo sepa, fui yo quien quiso que te involucraras en mi vida. Y no te preocupes, esa loca iba a venir tarde o temprano, con o sin tu presencia —me dijo—. Además, no puedo quejarme de algo que me hace sentir tan bien. Te quiero a mi lado, y si eso significa tener que soportar a esa loca, la soportaré.

Me sonrojé al instante. ¿Es que Jason no se percataba de lo nerviosa que me hacía sentir cada vez que me decía cosas como ésas? Aunque creo que él sabe perfectamente cuál será mi reacción antes de decir esas palabras, y por eso las dice.

—Estás loco —reí.

—Y ya sabes por quién.

Sentí mis pulsaciones más fuertes y rápidas que antes, cuando acercó su rostro al mío. Sabía perfectamente qué era lo que él quería hacer en este momento. No me alejé, ni le dije que no lo hiciera, porque muy en el fondo de mí sabía que yo también quería hacerlo. No sabría decir en qué momento empecé a sentir esto que sentía por él, o por qué él sentía lo mismo por mí desde el momento en el que me vio, pero ninguna de esas preguntas me importaban ahora, porque estaba harta de hacerme preguntas, y porque esta vida se vive sin preguntarse nada. Así que, finalmente, acabamos besándonos.
Me gustaba sentirle tan cerca, y me gustaba la forma que me hacía sentir el recorrido de sus manos en mi espalda. Me sentía como una niña en este momento, totalmente incapaz de hacer otra cosa que besarle, o sentirme tan inocente. Y si pudiera pedir un deseo en este momento, hubiese pedido que el tiempo se detuviera de verdad, en lugar de sólo haberme parecido que se había congelado. Por desgracia, el beso tuvo que parar, pero tan sólo nos separamos unos segundos para coger aire, y volver al beso, que ahora se había convertido en un beso lleno de necesidad. Pero la alarma de mi teléfono estropeó este maravilloso momento.
¿Para qué mierda necesitaba yo una alarma que me indicase las doce de la noche? Entonces, me di cuenta... eran las jodidas doce de la noche, y mañana tenía clases.

—¡Mierda, Jason! —exclamé, separándome de él.

—¿Qué ocurre? —preguntó preocupado.

—Son las doce de la noche y mañana tengo que madrugar.

—Entonces voy a llevarte a casa —me dijo.

Asentí con la cabeza.

Salimos de su casa y nos metimos en su coche. No sabía qué decir, estaba bastante avergonzada por lo que acababa de ocurrir, y no sabía por qué; es decir, es natural que dos personas que se atraigan se acaben besando, ¿no es así?

—¿Pongo la radio? —pregunté.

—No me funciona —respondió, pendiente a la carretera.

No volvimos a cruzar palabra hasta que llegamos a casa.
Me quité el cinturón de seguridad y, cuando estaba a punto de salir de su coche, él empezó a hablar.

—Siento quitarte tiempo, pero quiero decirte que el beso que nos dimos no fue algo insignificante para mí. No sé si tal vez para ti fue algo... en fin... sin micha importancia.

Miré directa a sus ojos.
Él era adorable. Claramente, lo que minutos había ocurrido entre nosotros dos no había sido algo hecho por la tensión, había sido por algo más.

—Claro que no, Jason. Supongo que... estoy empezando a sentir algo por ti... —confesé, tímida.

Él esbozó una sonrisa.

Me acerqué a él y le di un corto beso en los labios.
Entonces, empezamos a escuchar un sonido procedente de fuera del coche, y luego algo voló hasta la ventana de la puerta de mi lado.

—¡¿Qué mierda?! —exclamé exaltada y algo asustada— Eso estuvo apunto de abrirme la cabeza.

Empecé a temblar descontroladamente.

—Veo que lo pasáis bien —escuché aquella voz.

—¿Moena? —preguntó Jason.

—La misma —respondió la chica pelirroja, que apareció frente al coche. Sonreía cínicamente mientras miraba a Jason.

Le miré también, había furia en sus ojos.
Esa tal Moena se acercó hacia nosotros. Jason me pidió que no bajase del coche, y él salió del mismo.

Miraba desde dentro a Jason y a la chica intercambiar palabras. Yo no era buena leyendo los labios, pero algo me decía que estaban llegando a una especie de acuerdo. La chica me miró por unos instantes y luego volvió su vista a Jason. Algo me decía que iba a ser una noche algo larga.

Fix Me Up 『Jason The Toymaker』Where stories live. Discover now