82. A flor de piel

1.8K 79 71
                                    


- ¡DESNUDO POR TODO EL COLEGIO!

James Potter se miró atentamente las rodillas mientras la Jefa de Gryffindor, Minerva McGonagall, iba de acá para allá como un dragón furioso a punto de escupir fuego. Si ya sabía él que aquello iba a traer consecuencias.

- ¡Y por si fuera poco, señor Potter, le vio todo el curso de primero!

- ¿Eran de primero? – James miró a su profesora intentando contener una carcajada.

- ¡Sí, eran de primero! – La mujer le lanzó una mirada severa. Sus labios se encontraban tan contraídos que apenas eran una línea en la parte baja de su rostro.

- No sabía que los de primero estarían en el quinto piso con el profesor Flitwick...

- ¡Ese no es el caso! ¡No importa de qué curso fuesen! ¿No sabe usted que, como Premio Anual, debe guardar las formas? ¡Usted debe dar ejemplo, no pasear desnudo por ahí! ¡Ni siquiera sé por qué me dejé convencer para que lo nombrasen Premio Anual!

El capitán de Gryffindor se guardó un suspiro cansado y también un bostezo. Aquella noche apenas había pegado ojo gracias a Sirius, e intuía que mostrar su agotamiento justo en aquel momento no era una buena idea. Su amigo no podía dormir y al parecer eso significaba que él tampoco podía hacerlo.

Inconscientemente sus ojos vagaron hasta las piernas de Lily, sentada junto a él con la espalda muy recta y la barbilla gacha. Para mala suerte de la chica, no solo tuvo que aguantar la bronca de McGonagall cuando fue ella la que recorrió medio castillo desnuda, sino que también la había llamado ahora que era el turno de James. Le resultaba tan raro que fuese ella la que ocupase la silla de al lado en lugar de Sirius, que era el que normalmente refunfuñaba ante las regañinas de McGonagall...

- ¡El otro día fue la señorita Evans! ¡Ayer, usted! ¿Es que se están volviendo nudistas?

Lily se mordió el labio inferior. A James le pareció que estaba preocupada, sobre todo porque sus manos retorcían nerviosamente el dobladillo de su falda. Debía ser duro para ella tener que recibir dos regañinas por parte de la Jefa de Gryffindor en cuestión de una semana.

- Creo que hay un ladrón de ropa en este colegio, profesora. – Dijo James lo más seriamente que pudo.

Le resultó sumamente difícil no dejar escapar una risotada. Estaba seguro de que McGonagall no iba a tragarse algo así, pero siempre era divertido inventarse cualquier historia y ver su cara de indignación. La pelirroja, por su parte, no lo miró, pero abrió los ojos todo lo que pudo. James no supo cómo interpretar aquello.

- ¿Un ladrón de ropa? ¡Pues qué casualidad que se haya cebado con los dos Premios Anuales!

- Pues sí, la verdad. – James se llevó una mano a la barbilla con gesto extrañado – Debe ser alguien que odie el orden. O alguien de Slytherin, que odian a los gryffindor y punto...

Minerva McGonagall suspiró, cerrando los ojos un segundo y llevándose los dedos a las sienes con cansancio. Después de esto pareció tranquilizarse considerablemente. Tomó asiento frente a ambos en la robusta mesa de su despacho y clavó su estricta mirada en James, en Lily, y de nuevo en James. Tal vez si no hubiese recibido tantas regañinas por parte de su profesora de Transformaciones, se habría tomado aquel rapapolvo más en serio, pero después de siete años aproximadamente pasando más de cinco veces al mes por aquel despacho junto a su amigo del alma, Sirius Black, aquello era como volver a casa después de pasar unos días fuera. Solo lo sentía por Lily. Ella no estaba hecha a esas situaciones.

Memorias de HogwartsWhere stories live. Discover now