25. ¿Imposible?

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El aire, frío y algo húmedo, los envolvía y chocaba contra ellos, que descendían a toda velocidad, en picado, desde la Torre de Astronomía. Pasados unos segundos Lily decidió asomarse por encima del hombro de James, para ver con horror que se dirigían a una velocidad vertiginosa hacia el suelo cubierto de hierba. Se le encogió el estómago y un grito ahogado escapó a través de sus labios. Fue uno de esos gritos sin sonido, porque la sensación de estar cayendo más y más le inflamaba los pulmones y le atenazaba la garganta. Y sin embargo, Lily se sentía eufórica, se sentía libre. Más libre que nunca.

James reía alegremente, torciendo la mirada hacia Sirius, que se mordía el labio inferior, configurando una sonrisa desafiante, peligrosa, una sonrisa que parecía pedir más, que parecía insaciable. Remus, por su parte, también reía a carcajadas, casi de forma infantil y Lily fue incapaz de no devolverle la sonrisa cuando el castaño muchacho la miró sin ocultar la diversión que todo aquello le producía antes de echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos, como si quisiese memorizar todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. El olor del viento, la forma en que la luna los iluminaba débilmente, las risas de sus amigos sonando en sus oídos.

Pero Lily empezó a preocuparse, porque cada vez estaban más cerca del suelo y Potter no cambiaba de dirección. El golpe era inminente, estaban a escasos metros de partirse la cabeza.

- ¡Vamos a estrellarnos! – Gritó Lily para que James pudiese oírla.

El chico meneó la cabeza de un lado a otro y la miró por encima del hombro.

- ¿Me has visto estrellarme en alguno de los partidos que he jugado, Evans? – Dijo el chico con ese tonito de superioridad que desquiciaba a Lily.

- ¡Ni se te ocurra ponerte a hacer piruetas mientras yo esté contigo sólo para hacerte el chulito! – Gruñó la chica frunciendo el ceño.

- Creo que no tienes elección.

James sonrió ampliamente y volvió a mirar hacia adelante. Lily cerró los ojos con fuerza, esperando que Potter tuviese razón y no fuesen a estamparse contra el suelo. ¡En cuanto bajase de la escoba se iba a enterar! Primero se había perdido por el castillo, luego Filch la había perseguido y ahora la arrojaba al vacío, todo por culpa del estúpido de James Potter. Bueno, y un poco por la suya, porque si se hubiese parado un segundo a pensarlo no habría salido corriendo detrás de él.

Por suerte, Potter era un engreído, pero no sin motivos, y cuando estaban a dos metros del suelo, enderezó el palo de la escoba y continuó volando, elevándose, ahora en posición horizontal al suelo. El estómago de Lily, después de haber dado una fuerte sacudia, se relajó notablemente, aunque no por mucho tiempo. Black se había acercado a ellos sonriendo triunfante.

- ¿Te hace una carrera, Jamie? – Preguntó el chico con un deje socarrón en la voz.

- ¿Qué? ¡No! – Lily miró a Black y luego a Potter – Debemos volver a la Torre de Gryffindor. Esto es peligroso.

- ¿Peligroso? – James soltó una risita que sonaba incrédula - ¿Hasta dónde la carrera, Canuto?

- Hasta el claro del Bosque Prohibido.

- ¿¡EL BOSQUE PROHIBIDO!? – Vociferó la chica con pánico.

- ¿Reglas? – Preguntó James con una sonrisa torcida, ignorando el miedo de la chica, como si todo aquello no fuese una locura.

- Las de siempre. Ninguna.

Acto seguido Lily vio a Black acelerar con la escoba. Estaban en el lado contrario al Bosque Prohibido, así que para llegar hasta allí debían cruzar todo el Lago Negro. James siguió el ejemplo de su amigo y aceleró bruscamente, provocando así que Lily se agarrase aún más fuerte a su cintura para no caer. En pocos minutos llegaron hasta el lago, sobrevolándolo.

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