16. Las mejores navidades de la historia

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Diciembre llegó a Hogwarts arropándolo con un inmaculado manto blanco. A pesar de que tenían montañas y montañas de deberes que realizar, se podía palpar en la actitud de los alumnos la emoción por tener las navidades tan próximas. Las continuas nevadas que se sucedieron durante las dos primeras semanas del mes invitaban a los habitantes más jóvenes de Hogwarts a jugar fuera, haciendo frente al intenso frío que se cernía sobre los muros del antiguo castillo. Los había también que preferían quedarse en su respectiva sala común, tomando una humeante taza de chocolate caliente frente al acogedor fuego de la chimenea, leyendo alguna buena historia o charlando con algún compañero. Y luego había otros que no hacían ninguna de estas dos cosas, como le sucedía a Severus Snape.

Gracias a la insistente oleada de frío, el castillo permanecía desierto la mayor parte del día, de modo que era mucho más fácil escaparse y practicar en alguna de las numerosas aulas vacías junto a otros compañeros de Slytherin. Habían decidido que aprenderían a luchar ellos solos, porque lo que les enseñaban en Defensa Contra las Artes Oscuras les parecía insuficiente, sobre todo porque se limitaban a practicar la defensa. De momento habían decidido que trabajarían los hechizos más empleados en los duelos, lo mejor era ir despacio y sobre seguro, teniendo en cuenta que la mayoría de los alumnos de Slytherin que iban a practicar con ellos no eran muy diestros. Un chico de séptimo, Antonin Dolohov, representaba el papel de "profesor". Era bastante bueno lanzando maldiciones, y muy rápido, así que decidieron que sería él quien se encargaría de corregirles. Severus creía que ese chico era un poco cruel. Se comentaba que ya había practicado la maldición cruciatus con animales, una de las maldiciones imperdonables, y siempre caminaba con mucha prepotencia, Severus se atrevería a decir que más que Sirius Black. Su cabello era negro, igual que sus ojos, que siempre miraban inquietos y se movían de aquí para allá, ansiosos. Además, miraba con desprecio a todos los nacidos de muggle, o como le gustaba llamarlos a Dolohov o Malfoy, entre otros, sangre sucia. Y esto incluía a Lily Evans.

Aunque no quería reconocerlo, Severus sabía que la tensión iría creciendo, porque de hecho ya ocurría. Al principio sus compañeros de Slytherin no parecían reparar en el hecho de que fuese amigo de Lily, sin embargo, dos meses después de comenzar el curso sus nuevos amigos quisieron saber por qué iba a pasear con ella, por qué iban juntos a la biblioteca o por qué la acompañó a Hogsmeade en lugar de ir con ellos. Severus no supo qué contestar la primera vez que estas cuestiones le fueron planteadas por Lucius Malfoy mientras dialogaban en la sala común. Simplemente dijo "es mi amiga" y Regulus Black, allí presente, le dedicó una larga mirada que el chico de lacio cabello negro no llegó a entender. Malfoy le dedicó una sonrisa socarrona que molestó a Severus, miró primero a su amigo Regulus y luego se detuvo en él con esa mueca empalagosa que parecía decir "¿amiga tuya? No me hagas reír".

- No tardarás en darte cuenta, Severus, de que Evans no es lo que crees.

¿Qué quería decirle con eso? ¿Acaso sabía lo que pensaba él sobre Lily? Severus notó sus mandíbulas tensarse, apretando los dientes, pero era un chico listo, por mucho que le pesase a algunos, y tenía un don especial para saber cómo reaccionar en cada momento, según lo requiriese la situación.

- ¿Qué quieres decir, Lucius? – Preguntó el chico, escudriñando al rubio muchacho que tenía frente a sí.

- Ahora crees que es tu amiga, que te aprecia, incluso puede que creas que te quiere y te respeta, pero es una Gryffindor. El Sombrero Seleccionador nunca se equivoca. – Severus simplemente guardó silencio, esperando que el chico continuase – Gryffindor y Slytherin tienen muy poco en común. Los leones son temerarios, feroces, pero menos inteligentes de lo que creen, y no lo digo en sentido académico. Intimidan con su presencia y son capaces de defender a su manada y todo lo que ella representa con su propia vida, son unos inconscientes; las serpientes son resbaladizas, son animales astutos que no necesitan rugir para atemorizar. Silenciosas y pequeñas (algunas de ellas), saben cuándo es el momento de atacar y saben en qué lado han de ponerse, si es que desean sobrevivir.

Memorias de HogwartsWhere stories live. Discover now