Lily troceó tres riñones de ratón cuidadosamente y los puso en el caldero, tal y como rezaba la poción que el profesor Slughorn había puesto en la pizarra. Trabajaba en silencio, sin intercambiar palabra alguna con su compañero de tarea, Severus Snape. Apenas hacía una semana que había tenido lugar el incidente entre Severus y Potter en el campo de quidditch, y apenas hacía una semana, por lo tanto, que Lily lo había buscado para entregarle la nota de la profesora McGonagall, pero sobre todo para hablar con él.
Miró al moreno muchacho de piel nívea que tenía frente a ella. El pelo le caía a ambos lados de la cara mientras leía el manual, muy concentrado, y le daba vueltas a la poción de color rojo oscuro que borboteaba en el fuego.
- ¿Voy machacando los pétalos de margarita? – Preguntó Lily con un tono de voz seco.
- Sí.
Lily cogió su mortero, echó en él los pétalos correspondientes, y comenzó a machacarlos lentamente. Ya no reconocía al Severus Snape que tenía delante. Aquel chico lleno de odio, de rencor y de malos pensamientos no era el niño con el que había jugado, con el que había descubierto que tenía poderes mágicos, con el que había viajado por primera vez en el Expreso de Hogwarts hacia aquel lugar donde los dos eran mucho más felices.
No. Aquel no era su amigo. Debería haberse dado cuenta mucho antes. Debería haberse dado cuenta de lo que estaba pasando cuando el muchacho le enseñaba los libros que leía, pero siempre había querido creerle, siempre se había intentado convencer de que lo hacía por curiosidad, como le decía Severus. Pero no. Su amigo, o el que había sido su amigo, le había lanzado un hechizo punzante muy peligroso a otro compañero.
La chica recordó el momento en que encontró a Severus. Lo buscó durante más de media hora para hallarlo finalmente sentado bajo el árbol al que los dos solían ir cuando hacía buen tiempo, cuando llegaba la primavera y comenzaba a soplar una brisa dulce y cálida.
- ¿Se puede saber a qué estás jugando? – Lily lo sorprendió acercándose por la espalda, pero Severus no se movió, ni se giró, siguió mirando el lago que se extendía unos metros más allá - ¿No vas a decir nada?
Severus se giró y la miró con aquellos oscuros ojos que parecían dos profundos pozos sin final.
- Tú eres la que no me habla. No nos hablamos desde hace dos meses, ¿por qué debería hablarte hoy? – Dijo el chico lentamente y con un deje resentido en la voz.
- Si no nos hablamos es por tu culpa. Fuiste tú el que se enfadó conmigo por una tontería y decidió no hablarme, y si ahora te dirijo la palabra es porque me preocupo por ti. – Lily dio unos pasos más para terminar situándose frente al chico - ¿tienes idea de lo que has hecho?
- No he hecho nada que Potter no mereciera, aunque quería darle a Black, no a él. – Después de decir esto volvió a mirar el lago, serio y con los labios fruncidos.
- Sabes que los hechizos punzantes están prohibidos a no ser que te encuentres en peligro, ¿lo sabes, verdad? ¿Dónde has aprendido a hacerlos? – Preguntó la chica con voz inquisitiva, cruzada de brazos.
- ¡Eso no es asunto tuyo! – Contestó Severus con obstinación.
Su amigo se había levantado del suelo y comenzó a caminar de vuelta al castillo.
- ¡Sev! ¡Vuelve aquí! – Lily corrió tras él.
- ¡No me llames Sev! – Le espetó el chico.

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Memorias de Hogwarts
Fanfiction"La primera vez que Lily Evans cruzó su mirada con la de James Potter no sabía muchas cosas. No sabía que sería un calvario asistir con él a clase. No sabía que preferiría quemarse en el infierno a tener que entablar una conversación con él. Tampoco...