El pitido del tren escarlata indicó el fin de las vacaciones de Navidad, que para James Potter y sus compañeros habían sido algo moviditas. El muchacho se despidió de sus padres moviendo la mano enérgicamente desde la ventanilla del tren y, en cuanto dejó de verlos, comenzó a forcejear con el cabestrillo que aún llevaba en el brazo por precaución. Le habían lanzado una potente maldición, produciéndole una profunda herida que debía ser curada todos los días con un ungüento que olía a rayos, pero si no se lo echaba, el sanador de San Mungo le dijo que se le infectaría y volvería a sangrar, o lo que era peor, la infección comenzaría a supurar un líquido que, según la descripción del sanador, no parecía nada agradable.
- ¿Se puede saber qué haces, James? – Preguntó Remus con cansancio.
- ¿No lo ves? Voy a quitarme esta mierda de una vez. – Se quejó el chico – Vale que tenga que curarme todos los días, pero esto ya es excesivo, no puedo ni dormir con este cacharro.
Pero por más que lo intentaba, no había manera de quitarse aquello del brazo.
- Pero qué imbécil eres, Jamie. – Dijo Sirius, sonriendo al ver a su amigo forcejear sin conseguir nada - ¿No ves que le han puesto un hechizo para que no te lo quites? Seguro que sólo Pomfrey puede quitarte y ponerte el cabestrillo.
- ¡No! ¡Tiene que haber una manera! – Exclamó James.
- ¿Y si pruebas a cortarlo con algo? – Preguntó Peter, observando a James.
- Buena idea Pitt, ¿tenéis algo que corte? – James miró a sus tres amigos.
- ¡Oh, sí! Casualmente llevo una daga en mi maleta. – Dijo Sirius sarcásticamente.
James suspiró con dramatismo y se llevó una mano a la cara. ¿Por qué tenía que pasarle a él? Y lo peor es que tendría que estar una semana con eso puesto, ni siquiera podría entrenar... El chico se dio un cabezazo (totalmente a propósito) contra el cristal de la ventanilla.
- ¿Podrías dejar de autolesionarte? – Remus alzó las cejas con severidad.
- Lo siento. Es que no aguanto este chisme. – Murmuró James.
- Piensa que sólo es una semana. – Le dijo Peter – Además, todas las chicas se te acercan a ver qué te ha pasado.
- Gracias por los ánimos Pitt. – Dijo James, pasándole su brazo sano por los hombros.
- Casi todo el mundo se ha enterado ya de que nos enfrentamos a los mortífagos en El Trasgo Glotón. – Dijo Peter de nuevo.
Sirius alzó una ceja, pero se calló y miró para otro lado. James sabía lo que estaba pensando. Peter no es que hubiese hecho mucho por echarles una mano el otro día, pero bueno...
- ¿Me dejáis pasar? Gracias.
La inconfundible voz de Lily Evans llegó desde el pasillo, abriéndose paso entre la maraña de chicos y chicas que había por allí, observándolos "disimuladamente" (o lo que ellos creían que era disimuladamente) a través del cristal del compartimento. Detrás de ella caminaba Annie, aún con un apósito en la barbilla magullada. Al parecer le habían lanzado un fuerte hechizo abrasador.
- ¿Por qué no bajáis la cortina para que toda esta gente deje de mirar? – Preguntó la pelirroja una vez que estuvo dentro del pequeño habitáculo.
Sin esperar respuesta, la muchacha bajó la cortina de color crema. Annie se sentó entre James y Peter, que se movió un poco para dejarle sitio a la chica.

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Memorias de Hogwarts
Fanfiction"La primera vez que Lily Evans cruzó su mirada con la de James Potter no sabía muchas cosas. No sabía que sería un calvario asistir con él a clase. No sabía que preferiría quemarse en el infierno a tener que entablar una conversación con él. Tampoco...