Capítulo 50.

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Tris.

—Toma. Ponte esto.

Me volteo para encontrar a Tobias dejando una chaqueta sobre mis hombros tranquilamente. A veces, su rostro está tan relajado por las mañanas que quedo más hipnotizada de lo que me gustaría admitir. Como si todo estuviera marchando de maravilla.

—Gracias. — Le digo pasando mis brazos por cada espacio. Intento juntarla para subir la cremallera, pero no lo logro.

Aún así, sonrío.

—¿Qué pasa?

—La chaqueta que antes me quedaba holgada, ahora no me cierra.

Había estado subiendo de peso y se notaba tan poco que no merecía la pena mencionarlo, a excepción del estómago.

—Ya llevas ocho meses.

Siento cómo sus brazos me rodean por la espalda con suavidad y cierro los ojos mientras mis sentidos lo captan todo: su respiración en mi cuello, su calor y el beso que planta fugazmente en mi mejilla.

Adoro estas mañanas relajadas. Sobre todo en esta parte del año, cuando los iniciados aún no llegan a entrenar y el Sol apenas comienza a salir en el horizonte. Desde aquí en el tejado todo se ve tan delicadamente hermoso.

Se me cierra la garganta en cuanto los recuerdos de mi vida pasada en Abnegación vuelven. Las mañanas así de tranquilas en donde la rutina me mantenía a salvo.

—¿No lo extrañas? — Pregunto pegando mis manos a la taza de té.

—¿El qué?

—Abnegación. La rutina, la seguridad. Todo eso.

Me sorprende que en realidad lo evalúa, como si nunca lo hubiera pensado realmente.

Sé que su vida ahí no fue un cuento de hadas exactamente, pero no estoy sugiriendo que extrañe a Marcus.

—Sí. — Responde por fin sin separar sus brazos de mi cintura. — A veces lo extraño.

—Es... casi divertido el que ambos termináramos acá, ¿no? Se supone que nuestra vida iba a ser allá.

—Se supone.

—No habríamos estado juntos de todas formas. — Susurro con pesar, mirando mis manos. Esperaba que fuera un pensamiento.

—No. Probablemente no. Y tampoco existirían nuestros hijos.

Frunzo un poquito el ceño. No puedo imaginarme sin todo esto, lo que tengo ahora; él, Osadía, mis hijos. Sobre todo él.

Comencé a necesitar de Tobias. Y eso era increíble, pero peligroso.

Se escuchan pisadas numerosas y voces resonando profundamente. El ruido va avanzando, subiendo por las escaleras.

Tobias me besa el hombro y me suelta para componerse a sí mismo. Bebo lo último que queda de mi té y dejo la taza a un lado. Me paro como puedo. Es una de las desventajas de estar embarazada de mellizos siendo tan menuda.

—¿Todo bien, Tris?

—Todo bien.

Los iniciados comienzan a aparecer uno a uno hasta que los diez están en el tejado mirándonos a nosotros y a todo a su alrededor. Lo que más les llama la atención son las armas y algunos intentan hacer discreta su curiosidad por mi y mi estómago abultado.

—Buenos días, iniciados. — Saluda Tobias a mi lado. Su voz sigue siendo tranquila, aún no le toma el ritmo al día que nos espera.

Se escuchan los buenos días de todos sin excepción.

Amor Antes que Facción: Divergente.Where stories live. Discover now