—Rachel, ¿estás bien? ... ¿Rachel? —Tomé una bocanada de aire y levanté la cabeza del suelo para mirar a Nico que me sujetaba por los hombros. Estaba sentada en el suelo del baño de los juzgados de Seattle, y Nico estaba de cuclillas delante de mí, intentando hacerme reaccionar.
—Estoy bien. —Ella asintió levemente y pude ver cómo tragaba saliva.
—Vale, vamos, va a empezar —dijo tirando de mis manos para levantarme del suelo. Marco, Olivia y mi madre estaban esperándome a la salida, pero yo no dije nada, ni tampoco lo dijo Nico.
Cuando entré tuve que sentarme al lado de mi abogada y sentí la mirada de los cinco a la vez, justo como aquella noche hacía ya casi dos años. ¿Qué pasaría? ¿Qué iba a pasar? Se fueron de rositas una vez y podrían volver a hacerlo sin problemas. Iba a darme un ataque de ansiedad allí en medio cuando me llamaron para declarar a causa del miedo, de la tensión, de los cinco mirándome, de determinar si ellos eran castigados por destrozarme la vida o no.
Sólo fui consciente de lo que me rodeaba cuando me habló mi abogada.
—Rachel, cuéntanos lo que pasó aquella noche —pidió cruzando los brazos. En ese momento pude escuchar hasta el crujido de los bancos de madera, el carraspeo de la multitud y los latidos de mi corazón.
—Fue... Fue en octubre de 2016, el día 8. Lo sé porque ese día la profesora Gallagher me regañó por llegar tarde y no tener el libro que hacía falta para esa clase, así que al salir del instituto fui a la tienda de libros del centro del pueblo. Estuve unas horas mirando libros, allí tienen una sala de lectura, así que me senté a leer y se me hizo un poco tarde. —Mientras contaba todo esto, los cinco estaban aferrados a la mesa con los nudillos blancos y las mandíbulas desencajadas—. Shaggy's, la hamburguesería del pueblo estaba cerrada porque era lunes. Entonces... —Me quedé parada mirando a los chicos, con la garganta engarrotada sin poder seguir.
—No los mires a ellos. Mírame a mí —dijo la abogada, cruzando las manos.
—Ellos... Empezaron a gritarme. —Mi voz, mi respiración, mis manos, todo comenzó a desestabilizarse.
—¿Qué cosas te dijeron? —Volvió a preguntarme. Yo negué agachando la cabeza al borde del llanto, no quería que esto lo escucharan mis padres, no quería que esto lo sufriesen mis padres como lo sufrí yo, pero tenía que hacerlo.
—Empezaron a gritarme que dónde iba, que no huyese... Que... Que sólo querían hablar conmigo, pero... Pero no les hice caso y corrí. Entonces me gritaron mucho más, cosas más agresivas... Me llamaron cosas muy feas. Me dijeron... Puta, tra... —Paré en mitad de la palabra para decirla, sin poder dejar de llorar—. Travesti, zorra y... Me agarraron. Me cogieron entre todos.
—¿Podrías contarnos qué te hicieron? —Yo negaba mientras lloraba porque mi corazón no podía contarlo, no podía soportarlo, esto estaba siendo demasiado.
—Ellos me... Me cogieron del cuello y me... Quitaron la ropa a tirones y me pegaron... En las costillas... —Me quedaba sin aire y debía parar para poder respirar mientras lloraba. El pecho me apretaba, sentía una bola de metal que me bajaba por la garganta cada vez que tragaba, los labios se me habían secado, pero debía seguir hablando—. Me escupieron y y... Se pusieron encima de mí.
—Cuando dices que se pusieron encima de ti, es que comenzaron a violarte, ¿no es así? —Me preguntó mi abogada, y yo asentí.
—Sentía que me desgarraban por dentro, y yo no podía moverme. Me taparon los ojos y yo sólo escuchaba sus... Sus risas y... Sus insultos, sus gruñidos... Me decían que era un monstruo... Que... Que me merecía aquello porque era un monstruo... Se reían... Y a mí me... Me dolía, pero cuanto más me dolía y más sangraba ellos... E-Ellos más fuerte lo hacían. P-Pero, el último, fue el peor. —Negué mirando a Rodrick, que se removía en su silla—. Rodrick —dije su nombre en voz alta—. Hizo que me sujetasen entre todos, me dio la vuelta porque quería mirarme a la cara y verme sufrir. —Me recompuse y, aunque estuviese llorando, conseguí hablar claramente para contar todo lo que ese cabrón me hizo—. Me quitó el pañuelo de los ojos y me lo puso en la boca para que no gritase, quería que lo viese. Me pegaba mientras lo hacía, me escupía, me decía que yo sólo era una aberración y que iba a pagar no haberles hecho caso. Y... Y mientras... Los demás... Los demás se pusieron a mi alrededor y... —No pude seguir, no podía seguir porque aquello era demasiado fuerte.

YOU ARE READING
El fuego entre mis venas
RomanceTODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Esta novela cuenta una historia de amor entre dos chicas, Nico y Olivia, pero también cuenta la de Rachel, la de Serena, la de Denisha, Manar, Samira, Karlie y Ta...