12 ♀

4.8K 495 227
                                    

Miré el fondo del plato de huevos con beicon que teníamos para desayunar. Estaba demasiado rico, pero yo lo único que podía escuchar eran los comentarios de mi padre y mi hermano, y, por supuesto, mi madre no intervenía porque ella no veía el machismo ahí.

—Y de repente aparece la profesora y buah, mamá, es que tú la ves y no piensas que es una profesora. Yo qué sé, con unas tetas, y un culo, está buenísima. —Desencajé la mandíbula y alcé la ceja, llevándome los macarrones a la boca para ver si así podía callarme o atragantarme, una de dos.

—Es que claro, una tía así pues puede ser, no sé, camarera, dependienta en H&M... ¿Pero profesora? —Cuando mi padre soltó su última machistada, me levanté de la mesa y me fui sin decir nada—. ¿Y a ti qué coño te pasa ahora?

—Me pasa que eres un machista —respondí girándome sobre mis talones.

—No digas eso de tu padre porque no es machista, Nicole. —Solté una risa irónica, negando.

—Ahora para vosotras todo es machismo, ¿no? Todo. Sólo defendéis a la mujer, es que hay que joderse. Y uno no hace nada y ya lo están atacando por ser hombre. —Las palabras de mi hermano retumbaron en mi cabeza, llenándome de rabia—. Os inventáis las cosas sólo para dar pena.

—El día que te persigan por la noche o que sientas pánico al salir solo, entonces dime que nos inventamos las cosas para dar pena.

—¡A ninguna mujer la han atacado por ir sola! Sois vosotras, unas paranoicas que os asustáis con nada. —Escupió mi padre.

Subí hasta mi habitación y mi primer impulso fue impactar mi mano contra la pared.

Me hice daño, mucho daño, me dejé caer al suelo deslizándome por la puerta, con la respiración agitada y algo menos de presión en el pecho. ¿Cómo podía decir eso? ¿Cómo? ¿Cómo podían decir eso cuando a mi mejor amiga la violaron entre cinco tíos, cuando tenemos miedo de salir a la calle a cualquier hora, cuando las mujeres cobramos menos, y tenemos que soportar que nos maten y se nos eche la culpa a nosotras por no denunciar? Esto era más grave que un berrinche por una discusión, esto era injusticia y la explosión de tantos años soportando lo mismo. Soportando comentarios sobre gentes de otra raza, sobre mujeres, sobre transexuales, sobre gays. Soportando que mi hermano fuese un homófobo de mierda, y soportando que en aquella casa nadie me hiciese ni puto caso.

Llegué al instituto un poco más tarde, y aunque la profesora me regañó, entré sin decir nada y me senté al lado de Olivia con el ceño fruncido. Saqué las cosas con rabia y casi tiré el estuche encima de la mesa.

—¿Qué te pasa? —Susurró Olivia, poniendo una mano encima de mi antebrazo.

—Luego te lo cuento. —Entonces miró mi mano, mis nudillos ensangrentados e hinchados, totalmente rojos.

—¿Qué te has hecho? —Sacudí la cabeza para restarle importancia y metí la mano bajo la mesa.

—Le he dado un puñetazo a la pared. —Olivia parpadeaba sin entender nada—. Porque me apetecía.

—Claro, porque te apetecía. —Rodó los ojos, cruzándose de brazos y recostándose en el respaldo de su silla.

No nos dirigimos la palabra durante toda la clase, y cuando terminó, recogió sus libros y se fue sin mirar atrás.

Me quedé petrificada sin saber qué hacer, hasta que reaccioné y salí corriendo tras ella, poniéndome delante de Olivia y provocando que parase en seco. Me miró y entrecerró los ojos, haciendo el amago de volver a avanzar.

El fuego entre mis venasWhere stories live. Discover now