Él
Desperté y lo primero que sentí fue frío, seguido de unas voces que apenas lograba reconocer. Abrí un poco los ojos y automáticamente los cerré con fuerza, encandilado por una luz blanca que me enceguecía.
-Al fin has despertado- abrí un ojo y vi a Frida de pie junto a la cama en la que me encontraba -. Me has arruinado el pastel, el coche y la sorpresa, prometo cobrártelo luego.
-¡Frida!- entonces oí la voz de mi madre reprendiendo a mi hermana.
-Sólo estoy bromeando, no le ha sucedido nada grave.
-Es cierto, tan sólo ha perdido una pierna- dijo Aleida y entonces me observé preocupado, verificando efectivamente que mis dos piernas estaban en su lugar y mis hermanas reían a carcajadas -. Es broma, Marc.
Aleida depositó un beso sobre mi frente y se alejó para darle espacio a que se acercara mi madre.
-¿Qué demonios ha ocurrido?- llevé una mano a mi sien sintiendo un gran dolor de cabeza y allí sentí una pequeña venda.
-Has tenido un accidente- me recordó mi madre, observándome preocupada.
-Mierda- arrojé mi cabeza hacia atrás y entonces hice una mueca de dolor, pues incluso dolía mi cuello -. ¿Qué hora es?
-Son las dos de la mañana- contestó Aleida señalando la hora de una televisión que se encontraba encendida pero sin emitir sonido -. Al parecer el golpe te desmayó un buen rato. Eso o estabas cansado.
-Tengo que irme- me incorporé e intenté bajar mis pies al piso, pero mis hermanas y mi madre lo impidieron.
-¿Estás loco? Debes quedarte quieto, el doctor lo dijo- Frida me obligó a recostarme nuevamente en la cama.
-No puedo quedarme, necesito estar en la Capital mañana por la mañana y esto ha sido apenas un rasguño. Estoy bien, no estoy mareado ni cansado, sólo tengo el rostro lastimado y ahora necesito tomar un autobús.
-Sabes que el último autobús salió hace dos horas- insistió mi hermana con una actitud victoriosa sabiendo que tenía toda la razón -, así que de todos modos deberás esperar hasta las cinco de la mañana.
-No es hora de hablar de trabajo. Siempre es trabajo y más trabajo, ¿no se cansan?- protestó mi madre -. Lo que necesitamos ahora es saber si recuerdas quién fue, si recuerdas la placa del vehículo o algo que pueda distinguirlo del resto. Hay que hacer una denuncia dentro de las cuarenta y ocho horas sino vamos a jodernos por idiotas.
Noté cómo Aleida ocultaba una sonrisa por las palabras que usaba mi madre, pero sabía que ella tenía razón. Mi madre era una abogada desde hacía treinta y largos años y sabía mejor que nadie los pasos legales a seguir ante situaciones como esas.
-¿Fue un camión o un tren lo que te arrolló?- nuevamente Aleida intervino -. Porque si vieras cómo está el coche te sorprendería bastante no haber quedado inválido, créeme.
Imágenes de la maldita camioneta negra pasaron por mi mente de forma fugaz. Tenía recuerdos pero nada que pudiera servir; ni siquiera le había prestado atención a la placa, si es que llevaba una, ni a nada que pudiera identificarla del resto. De lo único que sí estaba seguro era que esa camioneta era una de las mismas que perseguían a Camila. Apostaba lo que fuera.
-Fue una camioneta. Una camioneta negra.
-Camioneta negra- repitió mi madre -. ¿Y su placa? O el modelo de la camioneta por lo menos, algo que nos dé un indicio de quién pudo haber sido.
-No, no lo sé- me quejé enfadado conmigo mismo. Pero no podía hacer nada sentado en una camilla de hospital -. Ahora necesito irme.
-¿A dónde quieres ir? ¿Es que acaso no has oído lo que hemos dicho? No puedes irte así y tampoco hay autobuses que te lleven hasta la Capital, no insistas Marcos.

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Amor Verdadero
RandomCamila pensó que las heridas del pasado y todo lo vivido con un viejo amor sólo quedaría allí: en el pasado. Pero una serie de sucesos, encuentros y desencuentros le enseñan que las segundas oportunidades sí existen y la vida da mil vueltas a tal pu...