Capítulo 18

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Él

-No, estás loco.

-Claro que no- puse en marcha mi coche y conecté mi teléfono al manos libres para poder conducir -. Estoy yendo hasta tu casa, así podremos charlar mejor.

-No, olvídalo. No te molestes en venir Marcos, ya te dije que no.

-En diez minutos estoy allí, adiós- corté la comunicación antes de que continuara negándose y salí del aparcamiento del hotel.

Las calles de la ciudad estaban desoladas, pues era domingo y muy tarde, y la gente al día siguiente despertaba muy temprano para ir a sus trabajos, al igual que yo, sólo que antes que nada tenía que resolver ese asunto o sino no podría irme. Conduje a toda velocidad por las calles semi-desérticas, hasta que llegué a la puerta de la casa de Mauricio.

Detuve mi coche y me bajé, golpeé la puerta y esperé a que me atendieran. Sabía que estaba pasándome en molesto, pero esa sería mi oportunidad de cobrarme las veces que tuve que hacerle el favor de soportar a su malcriada hija Sofía. 

A los pocos segundos apareció Mauricio, cerrando rápidamente la puerta a sus espaldas, como si no quisiera que nadie en esa casa se enterase de que yo estaba allí.

-¿Qué haces aquí? Te dije que no lo haría.

-Mauricio, no te estoy pidiendo nada del otro mundo, sólo que me acompañes y así hablaremos con ellos.

-¿Sabes lo que me costó dejar de saber de esos tipos? Y ¿sabes hace cuánto no hablo con ellos? Mejor dejémoslo así. Ahora vete a tu casa- puse mis ojos en blanco, sin poder creerme la valentía que le faltaba a mi amigo.

-Mira...

-No- me interrumpió -. Antes de que digas nada quiero que me respondas lo siguiente: ¿Por quién estás haciendo esto? Y ¿a quién quieres matar?

-¡No seas idiota! Deja de ver tantas telenovelas- estaba comenzando a perder la paciencia de a poco -. No quiero matar a nadie, simplemente necesito que hagan de guardaespaldas por una semana, mientras no estoy en la ciudad.

-¿¡Guardaespaldas!? Marcos, tú sabes que esos tipos son todo menos guardaespaldas, lo sabes hermano.

-Sí, lo sé, por eso necesito que tú me acompañes y me ayudes a convencerlos de hacerlo. En cuanto les diga cuánto voy a pagarles accederán sin pensarlo, pero no puedo ir allí sin ti.

Mauricio suspiró y se cruzó de brazos, analizando la situación.

-¿Realmente vale la pena?

-Sí. Hay unos tipos que siguen a Camila a donde sea que vaya. La siguieron cuando estuvimos en mi cabaña, en el restaurante, a la salida de su escuela e incluso anoche estuvieron esperándola en una fiesta a la que asistió con sus padres- le expliqué algo desesperado por que accediera -. No puedo irme a la Capital y quedarme tranquilo si no sé que alguien la protegerá. Y estos tipos están calificados para ello.

-No, los que están calificados para eso es la policía- hizo énfasis en la última palabra -, o unos guardias de seguridad. Consíguete uno de esas empresas que tienen guardias que usan en las discotecas, no te busques narcotráficantes que secuestran y asesinan personas a sueldo.

-Mauricio, esto es serio- lo observé fijamente a los ojos, esperando que comprendiera mi situación, pero se quedó observándome en silencio -. Bien, iré yo solo, pero si me matan y luego arrojan mi cuerpo al río, quiero que sepas que tú tendrás la culpa de todo. Que descanses.

Me dirigí hacia mi coche, lo rodeé y, estuve a punto de subir, cuando me detuvo.

-Está bien- suspiró -. Iré contigo y te ayudaré.

Amor VerdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora