Capítulo 14

5.6K 261 29
                                        

Ella

-¿Estás segura que no quieres que te lleve hasta el instituto? Puedo llegar más tarde al trabajo hoy día- insistió por cuarta vez consecutiva mi madre, mientras recogía sus cosas.

-No, estoy bien- cerré la pequeña mochila con todas las cosas de Emma y se la entregué, dejando un beso en la suave mejilla de mi pequeña -. Tomaré un bus porque voy con tiempo de sobra. Recuerda que hoy tengo taller de la feria de Ciencias, así que no vendré a almorzar.

-De acuerdo- cargó a Emma y colgó su bolso sobre su hombro -. Envíame un mensaje o llámame si necesitas algo, cariño.

-De acuerdo.

-Nos vemos- besó mi frente, dejando rastro de su pegajoso labial y caminó hacia la puerta -. Vamos Francisco.

En cuanto cerraron la puerta a sus espaldas, comencé a correr por toda la casa, recogiendo mi mochila, buscando mis zapatos y mi abrigo, siempre a toda prisa pues no me sobraba tiempo en absoluto, sino que estaba demasiado retrasada y aún así me había negado a que mi madre me llevara.

Ella y Andrés se habían pasado la noche entera discutiendo cada vez que tenían oportunidad, pero intentaron disimularlo frente a sus amigos y frente a mi hermano y a mí. Incluso esa mañana mi padrastro se había marchado más temprano de lo usual por una "reunión de negocios" pero, a juzgar por su expresión, esa había sido una simple excusa para no admitir que continuaba enojado con mi madre. Algo andaba mal, era obvio, y casi podía asegurar que yo tenía algo que ver en todo eso, lo cual me daba aún más motivos para evitar estar cerca de ellos.

Tomé mis llaves, cerré la puerta de casa y, en un abrir y cerrar de ojos, salí por la puerta del vecindario ignorando al maldito guardia que gritaba a mis espaldas que cerrara la puerta.

Atravesé tres cuadras trotando prácticamente, mientras terminaba de enroscar un pañuelo alrededor de mi cuello y cerraba mi abrigo para evitar sentir frío, hasta que llegue a la parada de autobuses. Estuve allí unos largos e infinitos cinco minutos, hasta que el sagrado autobús hizo acto de presencia justo cuando estaba al borde de perder la paciencia. Subí y, como si ese fuera mi día de muy mala suerte, en cuanto estuve por pagar el boleto el autobús pasó un bache, sacudiéndolo todo y provocando que mi billetera cayera al suelo; eso no fue nada, el problema estuvo en cuanto quise recogerla, pues la falda de mi uniforme se enganchó con una pequeña punta de metal que sobresalía del barandal para subir, rasgándose casi por completo.

-Aquí tiene- le entregué el dinero rápidamente al chofer y recibí mi boleto -. Puede quedarse con el cambio.

Caminé casi hasta el final del autobús y me senté en uno de los asientos que se encontraban vacíos, observando a mi alrededor para asegurarme que nadie se había percatado de mi pequeño gran accidente. Por suerte iba casi vacío, a excepción de una pareja de ancianos que iban sentados observando por la ventanilla, un muchacho que dormía profundamente y otra mujer que ponía su atención en su teléfono celular.

Revisé mi mochila sin cesar, como si allí estuviera la solución, pero lo único que logré fue entrar aún en más pánico. No sabía qué hacer o cómo disimularlo; no podía ni quería faltar al colegio, pero tampoco podía ir mostrando mi ropa interior al mundo entero. Me recosté sobre el respaldar de mi butaca y cubrí mi rostro con mis manos, hasta que se me ocurrió la genial idea de atar a mi cintura el sweater que llevaba debajo de mi abrigo. Sería incómodo, pero por lo menos servía como solución provisoria hasta que llegara al instituto y, una vez allí, pediría ayuda a mis amigas o a alguna preceptora.

Me quité mi enorme abrigo bajo la mirada de todas las personas que comenzaban a subir al autobús, haciendo que éste se llenara cada vez más, me quité mi sweater cuidando que mi camisa no se subiera demasiado y lo ate en mi cintura; rápidamente comencé a vestirme y me puse de pie, esquivando al resto de los pasajeros que iban de pie y sintiéndome completamente inútil con la enorme mochila que llevaba colgada en mi espalda, pues golpeaba a todo el mundo, pero si no me detenía en mi parada tendría que caminar dos larguísimas cuadras y llegaría aún más tarde de lo que iba.

Amor VerdaderoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum