Ella
-¡No! Debes conectar los positivos con los negativos a la misma altura, porque si los cables tocan antes en otro sector, habrá un gran cortocircuito y el resto no funcionará- gritó por enésima vez Angela, mi compañera aficionada a la electrónica.
-¡Pero no hay más soportes! ¡Si coloco esto aquí, no encenderá nada porque no conduce la corriente!
Me encontraba en plena clase de cerebritos gritándose unos a otros alrededor de una mesa de madera, donde intentaban armar un circuito eléctrico para construir el proyecto que presentarían en la feria anual de Ciencias, que este año sería un increíble y ordinario microondas casero.
En el momento en que propusieron el proyecto me pareció completamente aburrido, comparado a los que habían presentado los alumnos de último año en ferias de años anteriores, pero en cuanto avisaron que habría que asistir a clases extracurriculares fuera de clase, durante las tardes e incluso los sábados, me apunté de inmediato, pues quería pasar la mayor cantidad de tiempo posible fuera de casa y lejos de mi madre. No creía poder perdonarla jamás por las cosas que había descubierto de ella, así que si no quería arruinarlo todo con mi humor de perro, tenía que intentar mantenerme lo más lejos posible, tanto de ella como de Andrés, a quien también intentaba evitar lo más posible.
Mi rutina semanal había sido levantarme muy temprano para ir al Instituto, regresar a almorzar en casa, volver al Instituto por las tardes y regresar a casa en las tardes, o a veces en las noches, siempre pura y exclusivamente para evitar tener contacto con mi familia.
Mi buen humor era algo que estaba completamente escaso porque, por desgracia, estar fuera de casa todo el día implicaba estar lejos de Emma todo el día y, además, Marcos no había llamado ni enviado un sólo texto para ponerse en contacto conmigo desde la última vez que lo había visto, hacía unos cinco días. ¿Qué me garantizaba que regresaría?
Me coloqué el gorro de mi abrigo gris de algodón y metí mis frías manos en los bolsillos, mientras recorría las calles del centro de la ciudad, luego de una intensiva clase dedicada a la feria de Ciencias. Quizás si le hubiera hecho caso a mi madre, o por lo menos si hubiera platicado con ella, me habría dicho que tendría que abrigarme más y no estaría pasando frío en ese momento.
Los días jueves las clases eran más tarde de lo usual y, a eso, había que sumarle que a fines de julio los días terminan más pronto de lo que podría desearse, así que era prácticamente de noche mientras yo caminaba por la ciudad. No quería volver a casa, pero vagabundear por allí no era mi mejor opción, sino que comenzaba a darme un poco de miedo los callejones oscuros que habían de vez en cuando entre tienda y tienda y, por primera vez, tuve ganas de regresar.
Atravesé la plaza principal, donde se oían las campanas de la catedral llamando a la misa de las ocho, y continué caminando hacia el oeste, siempre con paso ligero, hasta que llegue a un punto donde no habían más tiendas sino que comenzaban casas, edificios y construcciones, porque el centro de la ciudad se limitaba a cinco cuadras de ancho y diez cuadras de largo. Más allá de eso, la nada.
Continué caminando, siempre con la mirada fija al piso, cuando sentí que un vehículo conducía por la calle, que hasta ese momento había estado vacía, y disminuía un poco su velocidad para seguir marchando a mi paso. No fue sino hasta diez segundos después cuando me percaté de ello, pues al principio simplemente me pareció coincidencia. Lo primero que hice fue pegarme más a los edificios y alejarme del borde de la calle, y luego apresurar mi paso; pero era imposible, estaba intentando ganarle a una camioneta negra de lujo. "Camioneta negra" recalcó mi mente de forma automática; Michael, el viejo guardia-amigo de mi vecindario, me había advertido más de una vez que alguien en una camioneta negra iba, preguntaba por mí sin revelar su identidad y se marchaba.

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Amor Verdadero
RandomCamila pensó que las heridas del pasado y todo lo vivido con un viejo amor sólo quedaría allí: en el pasado. Pero una serie de sucesos, encuentros y desencuentros le enseñan que las segundas oportunidades sí existen y la vida da mil vueltas a tal pu...