Ella
-¿Que olvidamos algo?- su expresión me daba a entender lo descolocado que lo había dejado -. No comprendo, ¿a qué te refieres?
Mis piernas y mis brazos temblaban enteros y realmente me sorprendía que no se hubiera percatado de ello, pues tener a Emma a apenas un metro de Marcos, y viceversa, me había hecho paralizar de inmediato. No podía pensar en nada más que no fuera en Marcos ignorando por completo a nuestra hija, a la que estaba viendo por primera vez en su vida.
-Sí- contesté elevando mis hombros, con total obviedad, pues me estaba haciendo perder la paciencia.
-¿De qué Camila? Pensé que lo que te tenía preocupada era Samantha y todo lo de anoche, no imaginé que hubiera algo más por preocuparse.
Definitivamente estaba comportándose como un idiota.
-¿Cómo que de qué nos ha faltado hablar?- sentía la furia florecer dentro de mí y, junto con ella, las lagrimas de idiota -. ¿¡Es que acaso no es obvio!?
-No grites por favor- se acercó alarmado hacia mí, pidiéndome que me callara, mientras Emma continuaba balbuceando como no lo había hecho nunca -, nos van a oír y tu madre va a matarnos...Por favor, dime qué es lo que nos ha quedado pendiente. No te comprendo.
Subí mis ojos hacia los suyos, entonces comprendí que él realmente no tenía idea de a qué me refería, ni siquiera sospechaba de nada, lo cual me pareció realmente extraño a mí también. Mantuve mi mirada con la suya y suspiré, soltando todo el aire que había estado aguantando.
-De nuestra hija, Marcos- contesté con desilusión, al saber que no se le había pasado por la cabeza siquiera -. Nos faltó hablar de nuestra hija ¿cómo puedes olvidarte tan rápido de una persona?
Su rostro se transformó por completo; pasó primero por la sorpresa, luego por el enfado y por último la confusión. Comenzó a menear su cabeza y a modular con su boca, sin llegar a emitir sonido o palabra alguna, entonces se alejó un poco sin siquiera mirarnos a Emma ni a mí, caminando nervioso por toda la cocina. Definitivamente no era la reacción que me estaba esperando, me habría gustado que hubiera actuado de forma alegre o, en su defecto, que me hiciera saber lo mucho que le desagradaba la idea de hacerse cargo, pero en su lugar simplemente caminaba de un lado a otro, como si hablar al respecto le frustrara o fuera una tortura.
-No pensé que quisieras hablar de ello- dijo finalmente, pasando una mano por su barba observándome -, yo pensé que...
De pronto guardó silencio, dejando la frase sin terminar, mientras mis ojos comenzaban a llenarse de lagrimas por la furia que iba acumulándose más y más en mi interior. Acomodé mejor a Emma en mi otro brazo y tomé el biberón, le eché agua caliente que había en un termo y le preparé su leche, prestando exclusiva atención a ello y no a la mirada de Marcos clavada sobre mí.
-¿Qué pensaste?- hablé finalmente, aclarando un poco mi voz que comenzaba a fallarme por el nudo que tenía en la garganta.
-No lo sé, pensé que estaría más preparado cuando llegara el momento de hablar al respecto, pero no lo estoy- soltó con tal honestidad que llegó a sorprenderme -. Y...maldición, no creo poder estar preparado jamás, para ser sincero contigo.
Solté mi aire, dibujando una sonrisa irónica en mi rostro, sin poder creerme lo que oía pues parecía una broma de lo más pesada. Sólo faltaba que las cámaras salieran de detrás de las cortinas y allí sí podría creérmelo un poco.
-¿Y es que acaso no consideras un año como suficiente tiempo para prepararte para ello?- espeté con total furia y, para mi sorpresa, por primera vez en mi vida no me desarmé en llanto.
-¡Discúlpame por no poder afrontar un hecho así, Camila! Es que no todos nacemos con tus dones- contestó elevando sus manos en el aire, con excesiva ironía.
Ambos guardamos silencio, donde sólo se oía la música y las voces de todos cantando el feliz cumpleaños a Mauricio allí afuera, hasta que oí un gran suspiro que soltó Marcos.
-No quiero discutir, por favor, ya basta- masajeó el puente de su nariz, cerrando los ojos -. Me hubiera encantado conocerla Camila, realmente eso me habría hecho el hombre más feliz en todo el planeta, pero las cosas suceden por algo. Estoy muy seguro de que podríamos haber sido dos grandes padres y que ella habría sido tan hermosa como tú, pero...debemos dejar de pensar en ello.
Si antes no comprendía exactamente qué rumbo estaba tomando nuestra conversación, en ese momento mucho menos. "Me hubiera encantado conocerla", "podríamos haber sido dos grandes padres" resonaban sin cesar en mi cabeza, mientras una pequeña alarma de mi subconsciente se activaba, haciéndome saber que algo andaba mal y había un pequeño gran gran malentendido.
-¿Marcos acabas de oír lo que has dicho? ¿Acaso estamos hablando de la misma persona?- a esa altura ya había dejado de prestarle atención a mi pobre Emma que no dejaba de balbucear cosas incomprensibles desde que habíamos llegado a esa absurda fiesta de cumpleaños.
-No sé tú, pero yo estoy hablando de la que habría sido nuestra hija.
-¿Habría sido?- de pronto Emma soltó su biberón, Marcos se agachó rápidamente a recogerlo del piso y, en cuanto se acercó a devolverlo, me quedé observándolo fijamente a los ojos una vez más -. Marcos, ella es nuestra hija. No sé de qué estás hablándome con eso de que te "habría gustado conocerla".
El biberón una vez más sonó contra el suelo, al mismo tiempo en que la puerta se abría y la música y las risas de afuera se oían más fuerte que antes.
-¿Qué hacen ustedes dos aquí?- Sarah ingresó a la cocina y nos observó a ambos con un brillo particular en sus ojos, como si nos hubiera descubierto justo como había deseado hacerlo -. Vamos a afuera, vamos a cantarle el feliz cumpleaños a Mauricio.
Caminó hasta la nevera y del interior sacó un gigante pastel blanco que, por la forma en que temblaban los delgados brazos de Sarah, podía suponer era demasiado pesada. Caminó apenas dos pasos y la dejó sobre la mesada, junto a nosotros.
-Marcos, ¿puedes ayudarme a llevarla afuera?- preguntó llamando la atención de Marcos, que se encontraba tan pálido como la harina, como si hubiera visto un fantasma.
-Sí, claro. En seguida voy- contestó distraído, sin quitar su vista de Emma.
-Bien- Sarah nos analizó a ambos por última vez y salió nuevamente, desconfiando de nosotros por completo.
Marcos se acercó a la gran mesada, se apoyó en ella con ambas manos y revolvió su cabello, como si algo le frustrara demasiado como para decirlo; luego me observó fijamente con sus ojos café que me hacían sentir realmente pequeña a su lado y pude notar que algo no andaba bien.
-Esa niña...Emma. Ella no es tu hermana.
Sonaba más como una afirmación que como una pregunta, aunque me resultó una forma un tanto estúpida de querer zafarse de su responsabilidad como padre.
-Claro que no.
-Entonces..- abrió sus ojos como plato, movió su boca pero ningún sonido salió de ella y simplemente se sentó sobre uno de los taburetes que había alrededor de la mesada -, ¿es mi hija? Q-quiero decir ¿nuestra hija?
-Sí- obvié -. No me digas que tú, al igual que toda la gente que pregunta, te tragaste el estúpido cuento de mi madre con que es su bebé.
-Pero es que Camila, yo pensé que...- su expresión de sorpresa desapareció por completo y esta vez comenzó a lucir tan enfadado que se puso de pie y se acercó demasiado a mí, obligándome a elevar mi rostro para poder ver sus ojos -. ¿¡Por qué me habías dicho que estaba muerta!? ¿¡Eres enferma acaso!?