Capítulo 13: Comienzan los Entrenamientos

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Despierto en la cama de mí habitación, debajo de las suaves y cálidas sábanas. Las acaricio unos segundos, disfrutando de su calor y la comodidad que me otorgan. A través de la ventana se ve que es de noche. O dormí muy poco, o todavía no amaneció y es de madrugada. Miro el reloj holográfico que hay en la mesita de luz, que marcan las 20:33. Maldita sea, dormí muy poco. Ahora me va a costar mucho recuperar el sueño. Sabía que no tendría que haberme dormido luego del Desfile. Me levanto lentamente y me pongo las zapatillas de color café que hacen juego con mí remera de mangas largas. Salgo caminando lentamente de la habitación, y voy al comedor, donde se encuentran Haymitch, Effie y Katniss.

— Buenas noches —dice Effie mientras me hace señas para que me acerque—. Ven a comer algo, tienes que alimentar ese estómago para mañana.

Sé que está hablando de los entrenamientos, que durarán la misma cantidad de tiempo que el año pasado: cuatro días.

Me siento en la silla que está junto a Katniss, y de alguna manera siento esto muy familiar. Effie me mira y aprieta los labios, señalando un poco de pena, supongo que debe estar refiriéndose a lo que estoy pasando. Los Avox me traen un plato con estofado de carne, y un poco de zumo de naranja.

— Haymitch, ya tienes patrocinadores, siempre y cuando mantengas tu posición en los entrenamientos —dice Katniss, rompiendo el silencio, y luego dirije su mirada hacia mí—. Peeta, no tendrás que preocuparte en la Arena, tienes patrocinadores de sobra —me explica y yo aprieto los labios y alzo las cejas—. ¿Por qué haces ese gesto?

— Bueno, puedo tener muchos patrocinadores, pero ellos no me ayudarán a sobrevivir al Baño de Sangre.

Katniss abre la boca, buscando palabras adecuadas para decirme algo, pero la respuesta nunca llega, porque no hay nada que pueda decir, sabe que tengo razón al cien por ciento.

— Bueno... —dice finalmente—, tienes razón, pero los entrenamientos te servirán. Puedes practicar un poco con varias cosas, hasta encontrar lo tuyo. Si logras dar con tu habilidad, ¿Quién sabe? —pregunta, intentando darme ánimos, pero no lo logra, y no lo logrará.

— ¿Pintando? ¿Tirando pinceles? ¿Manchando a los demás con pintura? ¿O tal vez harina? —le pregunto mientras alzo las cejas, intentando darle a entender que soy un caso perdido.

— Podrías camuflarte, Peeta.

— Olvidalo, no voy a ganar de esa manera, los patrocinadores no le darán nada a un cobarde como yo —digo y ella aprieta los dientes para no gritar.

— Peeta, ya ganaron los juegos de esa forma una vez, tal vez tengas más posibilidades de ganar si...

— ¡No tengo oportunidad de ganar! ¡Ninguna!

Al mirar su rostro, expresando asombro, tristeza, decepción, y quien sabe que otras cosas también, me doy cuenta de que hice exactamente lo mismo del año anterior. En este momento me siento una porquería de persona, porque ella está intentando ayudarme y yo no hago mas que quejarme todo el tiempo.

— No tengo hambre, voy a la terraza.

Me levanto de la mesa, para salir casi corriendo de la habitación. Mientras camino hacia el ascensor, lo único que se escucha en este horrible silencio, son los pasos de un Avox que supongo debe estar caminando a la mesa para recoger lo que yo dejé en la mesa.

Subo al ascensor y presiono el botón para llegar al último piso y sentir el aire fresco. Llego a la terraza y camino hacia el centro, para luego sentarme y quedarme unos minutos en silencio, mirando el hermoso paisaje que el Capitolio me otorga. Si, es cierto que odio a los Capitolinos, pero daría cualquier cosa porque los habitantes de nuestro Distrito puedan vivir así al menos unos días, poder cambiar los papeles.

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