Miedo...
¿Quien no ha sentido miedo alguna vez?
Existen varias clases de miedos. Pero en esta historia solo incursionaremos en los miedos de un hombre al amar a quien no debe.
Para todos es una niña, pero para él es una diosa, él sabe que no es sano...
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(No me hago responsable de corazones rotos y lagrimas)
El corazón me palpita con locura dentro del pecho y puedo escuchar su pum, pum. ¡Ella está aquí! Tomo una pequeña nota que esta sobre la mesita de noche con su letra, acaricio su hermosa y cuidada letra cada uno de sus trazos y la llevo a mi nariz, puedo captar su aroma.
Báñate primero, luego bébete el jugo junto a las pastillas... por favor.
El corazón salta dentro de mi pecho como una locomotora, está aquí... ¡Dios! Puedo sentir su presencia aun. Decido meterme en la ducha para sacar el mal olor que seguramente tendré debido a la noche anterior. ¿Por qué estoy desnudo? ¿Ella y yo tuvimos sexo?
No me gusta la idea, por qué ella se merecía algo especial, no a un hombre ebrio lleno de alcohol en su sangre. ¡Joder, fue su primera vez! Debo examinar las sabanas... y si es así tratare de recompensarla.
Al salir veo la cama hecha, no puedo evitar sonreír al volver la cara hacia la mesita de noche. Seguramente fue ella... ¡Dios! Me tomo las pastillas y bebo el jugo de naranja que sabe cómo los dioses, luego tomo aquella pulsera que le regale cuando cumplimos cuatro meses de novios observo nuestros nombres entrelazados y paso mis dedos por la inscripción.
Mi dulce obsesión.
¿Por qué la dejo aquí? Camino fuera de la habitación y comienzo a buscarla por todo el piso, nuestra casa. Así le llama.
—Anastasia — la llamo mientras bajo al salón, el aire esta bañado de un olor a café recién hecho.
Camino hacia la cocina y no la veo pero puedo olor su aroma a manzanas, lo cual hace que mi corazón quiera salirse de mi pecho.
—Cariño... — comienzo a decir pero no termino. Pues tampoco está dentro de esta — ¿Anastasia dónde estás?
El pánico se adueña de mí, ¿Dónde está? ¿Dónde está? Corro en su búsqueda por nuestra casa, la busco en todos los rincones y entonces... la pesadilla se hace realidad. Todo, absolutamente todo lo que yo le regale esta, pero lo que ella trajo y tenía aquí desapareció.
—¡Ana! ¡Ana! ¡Ana! — grito como un loco.
Vuelvo al salón y entonces veo una hoja blanca sobre la mesa de centro junto a un ramo de rosas. Camino con cautela temiendo, no se a que, pero temiendo mucho.
—Ana... no, no me hagas esto — mi pecho se oprime ante el sentimiento de desolación — ¡No! ¡No! ¡Maldita sea nos hagas esto Ana! Tú eres más fuerte que yo... mucho más que yo... por favor — tomo la carta entre mis manos temblorosas.
Mi corazón parece a punto de salírseme del pecho, las lágrimas hacen nuevamente su aparición y un dolor casi inaguantable se instala en mi pecho mientras el hipo me asfixia, la sangre se me hiela.
Puedo sentir como el corazón cruje de dolor y como... se va apagando la vida. No, no lo hagas Ana, pequeña no lo hagas... no, nos destruyas de esta forma. El llanto que se adueña de mi es silencioso y doloroso, las lágrimas obstruyen mi visión, trato de apartarlas pero solo salen y salen más.
Querido amor...
No sé cómo empezar, no se siquiera si quiero escribir esto... pero se que debo hacerlo, por ti, por mí. Por el recuerdo de nuestro amor, que fue real. He intentado escribir tantas veces que mi mano duele de las veces que lo he hecho, en ocasiones me siento incapaz de hacerlo, pero en otras sé que es lo mejor. Voy por mi cincuenta intento, espero que esta vez sí salga bien — o todo lo bien que pueda ser decirte adiós — sí, Christian esta carta es 'para decirte adiós. No te odio, nunca podría hacerlo... eres lo mejor que me paso, no puedo odiarte porque tú me enseñaste a amar — aunque también me enseñaste la fea cara del desamor — no puedo decirte que valla a olvidarte mañana o dentro de algunos años, para serte sincera no sé si algún día podre hacerlo, pero lo intentare. Yo siempre te he amado, desde mucho antes de darme cuenta y aunque lo nuestro no se terminó de la mejor forma — no hay ruptura buena — yo siempre te recordare como aquel hombre impetuoso, amable, amoroso, leal, correcto, controlador y sobre todo te recordare como mi hombre perfecto.
No quiero que te sientas mal por mí, cariño. Estoy tratando de ser fuerte, créeme. Las lágrimas no me dejan ver claramente el papel y por eso he fallado tantas veces... lo siento, sé que ahora mismo la letra es un asco, pero este es mi máximo esfuerzo para poder hacer esto. Tenemos que seguir la vida, conocer a otras personas y tratar de ser felices. ¡Maldición! Yo no podré, pero espero que tú lo hagas por los dos... y para dejar que lo hagas decidí irme muy lejos. Ni tú ni mi padre sabrán donde estoy... así lo quiero. Los amo, son los hombres de mi vida, pero también me decepcionaron en gran medida.
Tú me apartaste de una forma tan cruel de tú lado que aunque quiera no puedo borrarlo de mi memoria. ¿Por qué no me contaste lo del chantaje? ¿De la amenaza? ¿Tan poco confiable era para ti? ¿Nunca confiaste en mí?
Me duele saber que tenías tantos secretos y nunca te atreviste a abrirte a mí... hubiéramos buscado otras solución. Yo estaba al tanto de todo. Sabía por lo que estabas pasando... ¿Por qué nunca me dijiste quien era ella? Cuando comencé a notarte extraño decidí investigar un poco y entonces descubrí que esa ¡maldita mujer! Abuso de ti, te utilizo de... no quiero recordarlo. Pero te juro que quiero matarla y tal vez algún día lo hare. Te lo juro y te lo firmo. Pero también me entere de varias cosas más entre ellas que mi padre te saco de eso, que esa víbora te tenia amenazado con hacerme daño si no hacías aquello... pero también me entere que Elena Lincoln fue la amante de mi padre hace mucho tiempo, ella creyó que mi padre dejaría a mi madre pero entonces nací yo y mi padre corto todo trato con ella... ella nos utilizó a ti y a mí para herir a mi padre. Lo logro.
Me aparto de él por qué no fue valiente y contártelo. Te hizo sentir el culpable todo el tiempo cuando nadie tiene la culpa, porque solo se trata de una mujer llena de mierda y de maldad en su interior. Y de ti porque fuiste un cobarde, porque me prometiste no dejar que nos separaran y me fallaste.
Me voy dejando todo el amor que te di, me voy envuelta en la sombra de tú amor. Me voy para no verte jamás, gracias por dejarte amar y por dejarme ver a ese Christian que nunca sale a la luz, gracias por permitirme enamorarme de ti.
Solo te pido una última cosa, cuídate, no quiero saberte mal, no quiero que te embriaguez como anoche, no quiero saberte así, no me gustas en ese estado porque te haces daño... me lo haces a mi.
Adiós.
Atte: Tú pequeña Anastasia Steele.
Me dejo caer de rodillas en mitad del salón, las lágrimas me ahogan y el sentimiento de abandono se asienta en mi pecho.
—¡No! ¡No! ¡No! — Arrugo aquella carta contra mi pecho — ¡Maldita sea! ¡No!
Me dejo caer laxo en el suelo y me hago un ovillo, el llanto no se va, las lágrimas solo salen como si mis ojos fueran cataratas, el dolor se enraíza cada vez más profundo en mi pecho mientras recuerdo cada una de las palabras plasmadas en aquella carta.
Me dejo, me dejo.
¿Cómo poder sobrevivir a esto? ¿Cómo poder continuar sin ella?