Miedo...
¿Quien no ha sentido miedo alguna vez?
Existen varias clases de miedos. Pero en esta historia solo incursionaremos en los miedos de un hombre al amar a quien no debe.
Para todos es una niña, pero para él es una diosa, él sabe que no es sano...
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«Mi pequeña Anastasia Steele...
Saber que ella está en peligro me enferma. Y saber que o soy su primer peligro me atormenta.
Soy un maldito enfermo que está obsesionado con cada uno de sus hábitos y esas pequeñas manías que me enloquecen y no en el buen sentido. Cabe aclarar. Manías que en otros me parecen tan irritantes, desagradables, ridículas y pendejas, y que me sacan de quicio en ella simplemente me encantan, me parecen la cosa más jodidamente perfecta y me obsesionan cada vez un poco más, si es que eso puede suceder. He luchado por no acercarme a ella para reclamarla y marcarla como mía, como según el enfermo que tengo dentro de mí exige diariamente. La amo, no dudo de ello pero también estoy altamente obsesionado con ella, mucho de hecho. Lo he dicho, soy una bomba de tiempo frente a esto que siento y hare lo que sea para que esté a salvo... hasta de mí mismo la tengo que proteger. Soy inicialmente el que más daño podría hacerle por mi irremediable obsesión y eso no lo puedo permitir ni en un millón de años.
Porque dañarla significa dañarme a mí mismo.
Hacerla sufrir a ella significa un irremediablemente un daño irreversible e irreparable para mí. Un daño permanente tal vez. Y no puedo concebir el solo pensamiento de que sufra por mi culpa, eso me mataría, me mantendría en una agonía y oscuridad perpetua... estoy jodido.
Yo no importo en lo absoluto, es ella. Ella es la que tiene el alma limpia y sin ninguna maldita sombra como las que yo llevo a cuestas. Ella es la que cuenta, la que vale, la que importa.
Yo no valgo lo suficiente para que alguien quiera salvar mi culo de la oscuridad y el dolor que significa mi vida, o en su defecto compartir mi mundo gris. Y ella no puede caer en el maldito poso en el que me encuentro ¿existe cura para mi mal? Evidentemente ¡No! Porque cada vez me obsesiono más, cada vez me enfermo más de ella.
No, no existe esa persona que en su sano juicio quiera acercarse a mí mundo podrido... no la hay.
Además yo no quiero a nadie, nadie ajeno a ella. Solo la quiero a ella, únicamente a ella y es simplemente podrido desear eso de mi pequeña.
Soy un maldito retorcido. Y es confirmado, hace una semana estuve en su casa... llegue de improviso. Hacía solo dos, ¡Dos malditos y largos días! que no la veía, los jodidos negocios no dan tregua a veces, tuve que viajar a Nueva York y no, no pude delegar a nadie más para que fuera en mi lugar, cosa que intente por todos los medios. Mi humor durante esas 48 horas fue gris tornándose negro por momentos, muy negro. Claro que deje a alguien encargado de no solo recoger a Mía, también a alguien que me tuviera al tanto de ella, de mi pequeña Anastasia. Sus movimientos, su semblante, si cambiaba de rutina o si seguía con la misma de siempre. Tenía que saber qué hacía a donde iba o con quien hablaba, no quería y no quiero a nadie cerca de ella. Sobre mi maldito cadáver alguien volvería a molestarla o tan siquiera pretender acercársele. Ya había quitado a ese idiota que la agobiaba no solo a la salida de la escuela, supe también por Mía que la molestaba la mayoría del tiempo ¡Pues tan seguro como la mierda que eso no iba a seguir sucediendo! El chico fue interceptado por mi personal de seguridad que ha crecido con el pasar de los meses — Taylor y su paranoia — y eso me estaba sirviendo de momento. Me encargue personalmente de asustarlo hasta la mierda, él pobre individuo se meo en los pantalones y no era para menos. En fin eso hace parte de querer despejar su camino — y el mío — de personas desagradables y que pueden significar un peligro en cualquier momento. Sé que es hipócrita de mi parte porque yo vengo siendo su peligro N° 1.