*Lauren pov*
Diseñar y tatuar es lo mejor que sé hacer. Me gusta pasarme la mayoría del tiempo en mi estudio, estar tranquila, esperar a que la próxima persona que tenga turno para tatuarse venga. También están Dinah y Vero. Mis mejores amiga de toda la vida, a veces también
Aunque muchas veces deseo matarlas. Son las típicas amigas que les encanta joderte. Las que siempre están esperando el maldito momento para avergonzarte delante de todo el mundo. Nunca se callan nada, siempre tienen algo que decir. De todos modos, no se los digo seguido, pero las quiero.
Se me había pasado el día entero entre tatuajes, diseños y pensamientos.
Amaba mi estudio porque no se escuchaba ningún ruido de afuera, entonces siempre había silencio, al menos que pusiera algo de música, pero era el mejor lugar para pensar, para perderme entre hojas, lápices negros, pinturas, para perderme en mi misma.Sin embargo, éste día, para mi, no estaba destinado a terminar bien. Había sido suficiente calma durante mucho tiempo, tanto que alguien debía arruinarlo, alguien debía ponerme de mal humor.
Escuché gritos desde afuera y suspiré soltando el lápiz, me pasé las manos por mi cara con frustración y me levanté de la silla para buscar mi teléfono y mi campera de buzo, me quedaba enorme y tenía capucha, la cual me puse sobre mi cabeza luego de acomodar mi cabello.
Descolgué la llave de mi auto y salí de mi estudio, al instante encontrándome con Kristen, mi ex, discutiendo con Vero, por lo mismo de siempre; mi amiga la odia, le encanta hacerla enojar y Kristen quiere verme.
Pero yo no. No quiero verla y ella no lo entiende desde hace cinco meses.
Mientras aquellas dos locas se gritaban caminé hasta la salida, agradeciendo que ya no había nadie esperando a ser tatuado. Era tarde, no habría nadie.
—Laurenza.—Dinah me seguía.
—No me detengas, Dinah. Quiero irme. Cierra el estudio y vete a casa.—La mandé mientras le quitaba la alarma a mi auto.
—No me mandes, perra. Odio cuando haces eso.—Me dijo enojada y rodé los ojos abriendo la puerta de mi coche.
—Soy tu jefa y puedo mandarte. Ahora déjame ir si no quieres ser despedida por insoportable.—Levanté una ceja en su dirección y abrió la boca indignada.
Oh, no. Ahí vamos.
—No te atreverías a despedirme otra vez, Jauregui.—Se pasó una mano por el cabello y miré las llaves de mi auto en mi mano, ya casi dentro del auto.
—Estás despedida, Dinah.—Le sonreí antes de subir al auto y encenderlo mientras ignoraba el hecho de que estuviera gritándome cosas y golpeando la ventanilla.
Me alejé lugar acelerando bastante mi auto. Me encanta la velocidad.
Sonreí contenta, me había podido escapar de Kristen y había despedido a Dinah por décima vez en la semana. Siempre era lo mismo, la “despedía” y a la media hora me mandaba mensajes diciéndome que no podía despedirla, que era su mejor amiga y bla, bla, bla.
Sin embargo, no sé cómo pensé que iba a estar tranquila al salir de allí.
Más tarde me encontraba en mi lugar favorito de la ciudad. Era un puente que cruzaba por encima de un río que pasaba por debajo de parte de la ciudad. Solamente estaba alumbrada por algunas luces de los faroles de la calle. Había silencio. Como siempre en las noches cada vez que iba.Me encanta el silencio y a la vez no. Me encanta porque es perfecto para estar tranquila, para pensar, porque suelo encontrarme conmigo misma en medio del silencio, es una manera de ejercitar la mente, pues al no tener nada alrededor que te distraiga, no haces más que pensar, tu mente comienza a maquinar cosas, recuerdos, pensamientos. Y lo malo del silencio—Para mi—es que a veces me siento sola. No lo estoy, nunca estoy sola, al menos que yo quiera, pero hablo de estar sola cuando aquellos pensamientos comienzan a lastimarme, a volverme loca.
