Capítulo 67

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Escucho pisadas cerca de mí. Luego, rostros borrosos se asoman y me hablan, pero no puedo escuchar con claridad a ninguno. Los oigo a lo lejos, como si estuvieran en un túnel.
Los ojos me pesan, la respiración se vuelve cada vez me va más lenta. Me cuesta respirar, me duelen los pulmones. Empiezo a tener frío y a temblar.
Alguien me agarra del brazo, pero lo noto apenas, como si me tocaran a través de una manta gruesa. Me zarandean. Gritan. Reconozco una voz, creo que es Nick. Está gritándome mientras me agarra del rostro. No entiendo lo que dice, pero parece muy alterado. Pestañeo, intento enfocar, pero todo sigue borroso. Sin embargo, veo su rostro descompuesto. ¿Qué cojones hace llorando?

—Vamos, Grayson. No cierres los ojos, aguanta.

Parpadeo lento, luchando por mantenerme despierto. Me duele el pecho y tengo mucho frío.
Sigo sangrando.
El dolor de la herida de bala me arde y se mezcla con el dolor de la apuñalada.

Respiro. Sangro. Respiro.
Todavía estoy vivo. Por ahora.

Mis pensamientos se vuelven más lentos, borrosos, como si todo estuviera cubierto por una neblina espesa. Escucho gritos, como si estuvieran discutiendo entre mis hombres.


—¿Qué cojones hacemos? ¡Tenemos que llevarlo al hospital!
—grita uno de mis hombres, con voz llena de pánico.

—¡No podemos llevarlo ahí, gilipollas!
—grita otro, quien creo que debe de ser Maxi por su tono ronco de voz.

—Está desangrándose. ¡Le han apuñalado y le han disparado! —grita el de antes, casi al borde del llanto.


El dolor me quema, pero lo peor es la incomodidad de estar tan expuesto, tan vulnerable. Yo, Grayson Crawford, el hombre que todos temen, ahora soy un saco de carne deshecha tirado en el suelo, herido, respirando entre jadeos mientras me desangro.
Mi vida se escurre en cada segundo, y la ironía no me abandona: siempre pensé que el poder era lo que me mantenía a salvo. Pero no. No ha sido así.

La mente se va apagando, mis ojos se van cerrando. Y lo único que pasa por mi mente ahora mismo, es ella.
Sophie.
Me siento impotente. Quiero levantarme, quiero ir a por ella, quiero abrazarla y besarla. ¿Dónde está? La necesito.
No quiero morir. No quiero dejarla aquí. No quiero olvidarla, ni que me olvide. Joder.


—Aguanta, Crawford. Te vas a poner bien, pero mantente despierto, por favor.
–dice otro de mis hombres.


Noto cómo me levantan del suelo entre varias personas con cuidado. Siento sus manos bajo mis axilas, sujetándome la espalda y por las piernas. Todo me duele, incluso el aire que respiro.
El mundo se tambalea mientras me levantan. La presión en el pecho se intensifica, como si algo dentro de mí estuviera a punto de reventar. Gimo de dolor.

—Despacio, joder.
—murmura uno, jadeando y nervioso. Se le nota en cómo tiembla al sostenerme.


El dolor es más fuerte ahora que me mueven y andan conmigo a cuestas. Cada paso que dan, me duele más. El costado me arde, como si alguien me estuviera clavando una barra de hierro caliente sin parar. Cierro los ojos un segundo. No sé si por el dolor o porque estoy yéndome.

Me aferro a mantenerme despierto. Mientras que mi único pensamiento es Sophie. Lo único que me mantiene despierto.

Escucho crujido de la puerta al abrirse. Luego, noto como me dejan sobre los asientos del coche de alguno de ellos. Me colocan ahí, estirado de lado, con una chaqueta arrugada como almohada improvisada.


—Aguanta, jefe. Te vas a poner bien.
–dice uno de ellos, creo que Dustin.

—¿Dónde le llevamos, joder?
–grita Maxi, desesperado y ansioso.

¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•Where stories live. Discover now