Doy un sorbo a la copa mientras que hablo con mis hombres sobre el negocio que tenemos entre manos con los Mancini. Acabamos de llegar a la discoteca después de haber estado con ellos esta tarde cerrando los últimos detalles. Les entregamos el cargamento con la merca que necesitan para que empiecen a moverla por Italia. También les di a probar mi coca, para que probaran que es de calidad y que por algo es la mejor de todo Nueva York.
Carlo Mancini le dio el visto bueno (como era de esperar), sus hombres se llevaron la mercancía, y el trato quedó finalmente cerrado. Yo recibí mi dinero. Ellos, su mercancía.
Estoy satisfecho con el negocio.
Todo ha salido tal y como esperaba. Tengo el dinero y el negocio está a punto de dar sus frutos. Voy a ganar una buena pasta llenando narices italianas, y si todo sale como debe, no solo las de Italia. Esto es solo el principio. Muy pronto, mi coca estará recorriendo muchos otros países.Dejo la copa ya vacía sobre la mesa de mi escritorio. Saco un cigarro del paquete de tabaco, y lo coloco entre mis labios. Le doy una calada mientras me dejo caer en la silla del despacho; apoyo mi espalda contra el respaldo, hundiéndome en ella, con calma. Cierro los ojos mientras echo la cabeza hacia atrás, apoyándola en el filo del respaldo de la silla. Mientras que el humo sale lentamente de mi boca.
Escucho unas pisadas acercarse a la puerta de mi despacho, lentas y firmes. Debe de ser uno de mis hombres.
No abro los ojos, me quedo tal y como estoy. Solo espero, con la cabeza aún alzada y el cigarro entre los dedos, a que diga lo que tenga que decir.—Ya están contando todo el dinero. De momento, parece que todo está en orden. –habla Nick.
Doy otra calada al cigarro, aún con los ojos cerrados. Siento cómo el humo me llena la boca y la garganta. Lo dejo salir despacio, sin prisa.
—Bien.
–respondo, tajante.—Oye, ¿ocurre algo?
–pregunta, con cierto tono de preocupación.—Nada.
El silencio se estira por unos segundos.
Él no dice nada. Yo tampoco.A pesar de que estoy satisfecho y contento por el negocio que tengo entre manos con los Mancini, no he podido disfrutarlo como es debido. Tenía la cabeza en otra parte.
Llevo días sintiéndome extraño, con la mente cargada de pensamientos que no me dejan disfrutar de nada. No sé qué me pasa, pero no me siento yo últimamente.—No te veo muy feliz con el negocio. Mientras estábamos con los Mancini, te notaba... tenso. Con la mirada perdida. ¿Qué ocurre?
Abro los ojos lentamente, mientras llevo el cigarro de nuevo a mis labios y dirijo la mirada hacia él, pesadamente. Frunzo el ceño, expulso el humo por la nariz, y tenso la mandíbula.
—¿Por qué debe de ocurrirme algo?
–digo, serio.—Te conozco lo suficiente para saberlo, hermano. Nos conocemos desde los quince años. Te pasa algo. Y no es precisamente algo con el negocio. ¿O me equivoco?
Aprieto la mandíbula y frunzo el ceño.
Desvío la mirada de él hacia otro punto, evitando su mirada. Resoplo y tenso la mandíbula.—No sé qué coño me pasa. Llevo días así.
–murmuro, sin mirarlo, dando otra calada al cigarro.—¿No tendrá que ver Sophie en eso, no?
Mi mandíbula se tensa aún más al oír su nombre. No respondo al instante. Solo dejo que el humo salga entre mis labios, mientras mantengo la vista fija en él.

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¿Un mafioso enamorado? •EDITANDO•
Teen FictionÉl tenía ese algo que conseguía que sin quererlo ni planearlo, cayeras locamente enamorada en su red. Sus ojos grisáceos y su preciosa pero tan poco enseñada sonrisa, hacían que todo lo malo desapareciera. Quizá estaba loca por fijarme en alguien...