La Doncella Verde

Cap. 17- Justicia

AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH REIGN TE AMOOOOOO *fangirleo intenso*

Digo, ¿de qué iba el fic? Ah sí… que la prota es Kara, stem… bueno, ¿quién tiene hambre? :v Yo ya no, porque no estoy en Venezuela, ¿entendieron? BA DUM TSS.

Y bueno, ya nada, ¡gracias por votar! He estado con esta mina que me ayudó a publicar UNA hora tratando de subir el chucho CAP nmms... Una hora, comenten nojoda.

Se me cuidan, en serio, cuídense no se me vayan a accidentar ni nada, porfa. Recuerden dejar su estrellita de luz votando y dejar sus opiniones hermosas comentando.
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El ruido de un goteo constante le devolvió la consciencia.
Abrió sus ojos de par en par, recordando lo que había sucedido antes de que perdiera el conocimiento. Una mujer de ojos rasgados, Lena en el suelo adolorida, Alex rodeada de raíces, sus padres en la distancia, el dolor. El dolor que la recorrió cuando la mujer la arañó fue insoportable, como si un líquido ardiente se colara en su herida y comenzara a recorrer su mejilla, filtrándose por sus tejidos para llegar a sus venas.

Allí era donde un dolor mucho peor comenzaba, pues era como si su sangre comenzara a congelarse poco a poco, deteniendo el flujo y causando un sufrimiento horrible que apenas duró segundos en ella.

Pero Lena… ella lo soportó por minutos.

Kara se sentó en su sitio, mirando a su alrededor confundida. El goteo venía de un pequeño riachuelo a su izquierda, uno que bajaba desde lo alto de aquel agujero en el que estaba.
Una reja de metal impedía una posible huida, pues era probable escalar el agujero, más sin sus manos atadas.

El sol se erguía en el cielo y fue por algo de tierra que cayó en su nariz que ella estornudó, entonces una cabeza se asomó por el borde del agujero. Un hombro de piel morena la observó con interés antes de desaparecer.

Escuchó sus pisadas presurosas alejarse del agujero.

—¡Está despierta! —el grito en la lejanía la hizo alertarse.

¿Ahora qué? ¿Qué haría sin Lena? ¿Siquiera la elfa seguía con vida?

Tembló ante ese último pensamiento. Por supuesto que debía seguir con vida, ella lanzó a algún lugar la daga que contenía la sangre de aquella extraña mujer, se suponía que su sangre era el antídoto para su mortal veneno, ¿o no?

Mirando el agujero con desesperación, Kara intentó subir por entre las rocas sobresalientes, sin embargo, cuando estuvo por sujetarse de las rejas metálicas alguien la abrió.

—Vaya, nos ha ahorrado el trabajo. —habló uno de los dos fornidos hombres que estaban en el borde del agujero.

—Sí, como sea. —soltó el segundo hombre con desdén—. Sólo tómala y vámonos, a Reign no le gusta esperar.

—Cierto. —concordó el primero, sosteniendo a Kara por el cuello de su camisa.

—¡Hey, espera! —Removiéndose al ser alzada de ese modo, Kara intentó golpear al hombre, que rió antes de colocársela en el hombro—. ¡Soy una dama, idiota, bájame ahora!

—“Una dama”. —comentó el hombre, riendo.

—Te lo juro, Wolfgang, que odio hacer la guardia contigo. —gruñó el otro hombre, caminando con prisa por el lugar.

Kara continuó removiéndose, sin embargo, él no se inmutó y la rubia sólo pudo soltar un bufido de exasperación al sentirse tan débil.

Miró a su alrededor con intriga. Había hombres y mujeres por doquier, todos se veían como todos unos rufianes, con armaduras pesadas y espadas o hachas grandes, algunos usaban mandobles o mazas y sólo unos pocos arcos. Por el lugar pudo apreciar varios estandartes con un escudo que se le hizo familiar, una calavera lateral dentro de un pentágono.