30: Un inocente diario

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MÁS DE 70 COMENTARIOS EN UN CAPÍTULO!SOLO POR DRACO MALFOY!Se volvieron locas con los inicios del Draila xdxd

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MÁS DE 70 COMENTARIOS EN UN CAPÍTULO!
SOLO POR DRACO MALFOY!
Se volvieron locas con los inicios del Draila xdxd

Hermione pasó varias semanas en la enfermería. Corrieron rumores sobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad, porque naturalmente todos creyeron que la habían atacado. Eran tantos los alumnos que se daban una vuelta por la enfermería tratando de echarle la vista encima, que la señora Pomfrey quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Hermione para ahorrarle la vergüenza de que la vieran con la cara peluda.
Harry, Ron y yo íbamos a visitarla todas las noches. Cuando comenzó el nuevo trimestre, le llevábamos cada día los deberes.
—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dijo Ron una noche, dejando un montón de libros en la mesita que tenía Hermione junto a la cama.
—No seas tonto, Ron, tengo que mantenerme al día —replicó Hermione rotundamente. Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón—. ¿Tenéis alguna pista nueva? —añadió en un susurro, para que la señora Pomfrey no pudiera oírla.
—Nada —negué .
—Estaba tan convencido de que era Malfoy... —dijo Ron por centésima vez.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Hermione.
—Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien—dijo Hermione a toda prisa, intentando esconderla, inmediatamente la vi entrecerrando los ojos y Ron fue más rápido que ella. La sacó, la abrió y leyó en voz alta:
A la señorita Granger deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja».
Ron miró a Hermione con disgusto.
—¿Duermes con esto debajo de la almohada?
Pero Hermione no necesitó responder, porque la señora Pomfrey llegó con la medicina de la noche.
—¿A que Lockhart es el tío más pelota que has conocido en tu vida? —nos dijo Ron al abandonar la enfermería y empezar a subir hacia la torre de Gryffindor. Snape había mandado tantos deberes, que pensaba seriamente en romperme un brazo. Precisamente Ron estaba diciendo que tenía que haber preguntado a Hermione cuántas colas de rata había que echar a una poción crecepelo, cuando llegó hasta sus oídos un arranque de cólera que provenía del piso superior.
—Es Filch —susurró Harry, y subimos deprisa las escaleras y nos detuvimos a escuchar donde no podía vernos.
—Espero que no hayan atacado a nadie más —dijo Ron, alarmado.
Estábamos inmóviles, con la cabeza inclinada hacia la voz de Filch, que parecía completamente histérico.
—... aun más trabajo para mí. ¡Fregar toda la noche, como si no tuviera otra cosa que hacer! No, ésta es la gota que colma el vaso, me voy a ver a Dumbledore.
Sus pasos se fueron distanciando, y oímos un portazo a lo lejos.
Asomamos la cabeza por la esquina. Evidentemente, Filch había estado cubriendo su habitual puesto de vigía; estábamos de nuevo en el punto en que habían atacado a la Señora Norris. Buscamos lo que había motivado los gritos de Filch. Un charco grande de agua cubría la mitad del corredor, y parecía que continuaba saliendo agua de debajo de la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona. Ahora que los gritos de Filch habían cesado, podía oír los gemidos de Myrtle resonando a través de las paredes de los aseos.
—¿Qué le pasará ahora? —preguntó Ron.
—Vamos a ver —propuso Harry, y levantándose la túnica por encima de los tobillos, nos metimos en el charco chapoteando, llegamos a la puerta que exhibía el letrero de «No funciona» y, haciendo caso omiso de la advertencia, como de costumbre, entramos.
Myrtle la Llorona estaba llorando, si cabía, con más ganas y más sonoramente que nunca. Parecía estar metida en su retrete habitual. Los aseos estaban a oscuras, porque las velas se habían apagado con la enorme cantidad de agua que había dejado el suelo y las paredes empapados.
—¿Qué pasa, Myrtle? —inquirió Harry.
—¿Quién es? —preguntó Myrtle, con tristeza, como haciendo gorgoritos—. ¿Vienes a arrojarme alguna otra cosa?
Harry fue hacia el retrete y le preguntó:
—¿Por qué tendría que hacerlo?—preguntó con amabilidad.
—No sé —gritó Myrtle, provocando al salir del retrete una nueva oleada de agua que cayó al suelo ya mojado—. Aquí estoy, intentando sobrellevar mis propios problemas, y todavía hay quien piensa que es divertido arrojarme un libro...
—Pero si alguien te arroja algo, a ti no te puede doler —razonó Harry—. Quiero decir, que simplemente te atravesará, ¿no?
—¡Harry!—le susurré, yo ya había insultaba a el fantasma, no era necesario que lo hiciera Harry.
Acababa de meter la pata. Myrtle se sintió ofendida y chilló:
—¡Vamos a arrojarle libros a Myrtle, que no puede sentirlo! ¡Diez puntos al que se lo cuele por el estómago! ¡Cincuenta puntos al que le traspase la cabeza! ¡Bien, ja, ja, ja! ¡Qué juego tan divertido, pues para mí no lo es!
—Pero ¿quién te lo arrojó? —le preguntó Harry.
—No lo sé... Estaba sentada en el sifón, pensando en la muerte, y me dio en la cabeza —dijo Myrtle, mirándoles —. Está ahí, empapado.
Fui la primera en ir debajo del lavabo, donde señalaba Myrtle. Me moje la túnica pero no me importo, había allí un libro pequeño y delgado. Tenía las tapas muy gastadas, de color negro, y estaba tan humedecido como el resto de las cosas que había en los lavabos. Me acerque para cogerlo, pero Ron me detuvo con el brazo.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry.
—¿Estás loca? —dijo Ron—. Podría resultar peligroso.
—¿Peligroso? —dijo Harry, riendo—. Venga, ¿cómo va a resultar peligroso?
—Te sorprendería saber —dijo Ron, asustado, mirando el librito— que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos. Me lo ha dicho mi padre. Y todos los que han leído Sonetos del hechicero han hablado en cuartetos y tercetos el resto de su vida. ¡Y una bruja vieja de Bath tenía un libro que no se podía parar nunca de leer! Uno tenía que andar por todas partes con el libro delante, intentando hacer las cosas con una sola mano. Y...
—Ron, lo se, capte el mensaje—fue liberándome de su brazo—. Bueno, pero si no le echamos un vistazo, no lo averiguaremos —y lo recogí del suelo.
Se trataba de un diario, y la desvaída fecha de la cubierta indicó que tenía cincuenta años de antigüedad. Lo abri y en la primera página podía leerse, con tinta emborronada, «T.M. Ryddle». Harry tomó la otra mitad del diario, viéndolo con curiosidad
—Espera —dijo Ron, que se había acercado con cuidado y miraba por encima del hombro de Harry—, ese nombre me suena... T.M. Ryddle ganó un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio.
—¿Y cómo sabes eso? —preguntó Harry sorprendido.
—Lo sé porque Filch me hizo limpiar su placa unas cincuenta veces cuando nos castigaron —dijo Ron con resentimiento—. Precisamente fue encima de esta placa donde vomité una babosa. Si te hubieras pasado una hora limpiando un nombre, tú también te acordarías de él.
Harry separó las páginas humedecidas. Estaban en blanco. No había en ellas el más leve resto de escritura.
—No llegó a escribir nada —dijo Harry, decepcionado.
—Me pregunto por qué querría alguien tirarlo al retrete —dijo Ron con curiosidad.
—¿Nadie querría el diario de alguien de hace 50 años, tal vez?—pregunte con sarcasmo.
Volví a mirar las tapas del cuaderno y vi impreso el nombre de un quiosco de la calle Vauxhall.
—¿Qué es Vauxhall?—pregunte
—Es en Londres, debió de ser de familia muggle —dijo Harry, especulando—, ya que compró el diario en la calle Vauxhall...
—Bueno, eso da igual —dijo Ron. Luego añadió en voz muy baja—. Cincuenta puntos si lo pasas por la nariz de Myrtle.
—¡Claro que no!...Son sesenta con esa precisión de puntería.—le dije
Harry, sin embargo, se lo guardó en el bolsillo.

Para calmar el drama del capítulo anterior! xdxd
Honestamente mi amistad favorita aquí son Ron y Laila.

Laila Scamander y El Heredero de SlytherinWhere stories live. Discover now