18. La primera inconclusa que despertó

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Zaek

—¿Todos bien? ¿Llegaron completos? —pregunta Ariadne una vez que estamos en la puerta de una enorme mansión, el tono violeta y naranja que emana el cielo hace que todos nos miremos confundidos ya que en Washington era madrugada cuando salimos.

—La diferencia horaria es de seis horas —dice Kenneth explicando.

—¡Cielos! Necesitan salir más —comenta Cristina de manera burlona y luego toca el timbre de la puerta.

—Cómo si todos tuviéramos el dinero para viajar al otro lado del mundo en vacaciones —murmura Giselle rodando los ojos.

La enorme puerta de la mansión es abierta por un hombre en traje de saco y corbata que tiene un celular en la mano. Al parecer estaba hablando algo importante y cuando voltea a vernos abre los ojos muy sorprendido.

—Kenneth, Cristina... ¿Qué hacen aquí?

—Hola, papá —Cristina lo abraza y el hombre hace lo mismo aun confundido y mirándonos a todos por sobre los hombros de su hija.

—Viaje universitario, compañeros, llegamos anoche, no preguntes más —le dice Kenneth a su padre, entra a la casa y nos hace señas para que todos lo sigamos y eso hacemos—. ¿Dónde está la abuela?

—En su habitación... —dice girándose una vez que Cristina dejó de abrazarlo—. Pudieron haberme avisado que venían, ¿por qué su madre no me dijo nada? Hablé con ella hace unas horas.

—Eh... le pedimos que no te dijera nada, era una sorpresa —responde Cristina y su padre asiente.

—No pueden viajar sin avisarme, saben que soy un hombre muy ocupado y no tendría el tiempo para estar con ustedes si no me dicen con anticipación. Iba de salida a un desayuno muy importante con unos accionistas y ahora me siento terrible por dejarlos aquí.

—Tú no te preocupes, ya te vimos y ya te puedes ir, de hecho, nosotros nos vamos a ir en un par de minutos también, sólo pasamos a ver a la abuela rápido. Ve a ganar más dinero a costa de imperios hoteleros que solo devastan la naturaleza —Kenneth se cruza de brazos y su padre asiente suspirando, luce como si esa fuera una pelea natural entre ellos.

—Kenneth, por Dios... —le dice Cristina frunciendo el ceño.

—¿Acaso dije algo falso? —se toca el pecho con fingida empatía—. Papá, ya vete, tu hija y esposa tienen gustos muy caros —Kenneth toca dos veces con su dedo índice contra el reloj en su muñeca—. Se te hace tarde para la reunión.

El señor Andersson saca su billetera del bolsillo trasero y la abrió sacando muchos billetes de cien según mi vista me permite ver y se los da a Cristina.

—Divídelo con tu hermano, debe ser suficiente para los dos, compren algo de recuerdo o que sé yo —le da un beso en la frente y ella sonríe asintiendo, nos mira a nosotros y luego a su reloj.

—Un placer, señor Andersson —responde mi hermana siendo la que rompe el silencio incómodo en el cual nos hemos metido.

—Kenneth —el señor Andersson lo llama y él sonríe falsamente a lo que su padre niega con una sonrisa—, tú sí que no cambias.

—¿Por qué lo haría?

—Deberías agradecer la vida que tienes, muchacho. Pero está bien, no pienso discutir contigo, nos vemos luego —frunce el ceño y Kenneth sube los hombros—. Fue un gusto conocerlos chicos —abraza rápidamente a Cristina—. Princesa, te quiero. Kenneth sé amable ¿sí? compórtate, te quiero.

—Adiós —Kenneth se gira y comienza a subir las escaleras y todos caminamos detrás de él. Su padre se gira y sale de la casa, mientras Cristina cierra la puerta principal y luego nos alcanza a la mitad de las escaleras.

Elegida por la muerte #2 [✔️]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora