Gothel intentó vivir su vida a través de la de su hija, Rapulzel, sin muchos éxitos.
En su juventud, Gothel había querido ser modelo, pero ninguna escuela de modelaje había querido aceptarla. "Tienes los dientes chuecos y amarillos" decían algunos "Y el pelo demasiado rizado" "Además, estás muy gorda".
Creció con los prejuicios en el fondo de su cabeza y aquellos comentarios nunca dejaron de atormentarla. Cuando tuvo a Rapunzel, casi sin querer también se los transmitió como si estuviera en su ADN.
Desde el momento en el que nació, Rapunzel fue la niña más hermosa, y Gothel vio en ella una oportunidad.
La niña creció con las inseguridades inculcadas casi como si fueran parte de alguna religión. En cada concurso de belleza en el que participaba, Gothel se encargaba de que Rapunzel intentara ser perfecta: siempre ponía una capa de maquillaje extra aunque la chica tuviera una piel preciosa, cepillaba y fijaba su rubia cabellera hasta que cada pelo estuviera en su lugar y le decía que tenía responder a cada pregunta, incluso fuera de los concursos.
A la larga, Rapunzel se acostumbró a los filosos comentarios de su madre. "Estás muy gorda" le decía a veces mientras la examinaba de arriba a abajo "deberías adelgazar otro kilo". O "Sonríe más, querida, todo el mundo adora las sonrisas. Así podrás ser tan hermosa como tu madre". A cada comentario, Rapunzel respondía con un "sí, madre" y una sonrisa.
En secreto, Gothel envidiaba a Rapunzel. Su hija era todo lo que ella nunca había podido ser, y diez veces mejor. Y Gothel odiaba que su niña jamás se diera cuenta del potencial que tenía, incluso fuera de su belleza y juventud. Quería explotarlos, exprimirlos hasta la única gota y tomárselos como si fuera una poción.
Cuando Rapunzel cumplió los dieciocho, se dio cuenta que algo faltaba en su vida. Sentía un vacío en el pecho, como una pieza importante del rompecabezas se hubiera perdido. No, no perdido, como si nunca hubiera existido. Cuando vomitaba en el baño, no siempre era un el auto-odio que se tenía por nunca llegar a ser suficiente, a veces eran tan solo porque la tristeza y la incomprensión de sus propios sentimientos le cerraban el estómago y me impedían ingerir un solo bocado por más que quisiera. No se sentía bien consigo misma, y no era solamente por el físico.
Cuando Rapunzel saltó de la torre, Gothel no lloró, pero un nudo le cerró la garganta. Ahí iba otro sueño que nunca realizaría.
N/a: 70k. Omg. Me estoy muriendo.
Por otro lado, acá les dejo un vídeo de Javier Ruescas, un escritor que amo, donde nos cuenta los verdaderos cuentos de hadas con un toque de humor. En serio, este hombre es genial.
Nuevo juego: Cada vez que Javier diga "Rapónchigo" ustedes se toman un shot de tequila.

YOU ARE READING
Princesas que no son princesas
Short StorySí, Aurora sí durmió para siempre. Sí, Cenicienta sí bailó toda la noche. Sí, Alicia sí fue al País de las Maravillas. Sin embargo, nada es como crees. TRIGGER WARNING: Menciones a suicidio, maltrato doméstico, autolesiones, bullying, acoso, alcohol...