Mejores Amigos. Sergio Ramos

n u e v e

Capítulo 9

Pasé el día con Dani. Era un chico estupendo.

Comimos en un restaurante muy conocido y estaba muy rica la comida.
Mientras dábamos un paseo por Madrid decidí preguntarle por Sergio.

— Oye, Dani. — llamé su atención.

— Dime. — me dijo sonriendo.

— Te sonará algo raro, pero, ¿qué tal está Sergio Ramos? — pregunté mirándole.

Él se quedó algo confundido.

— Pues, bien, supongo. No sé, en los entrenamientos se le ve muy feliz. — dijo mirándome.

— Ah. — dije bajando la cabeza

— Uy, que cara. ¿Qué te pasa? — preguntó intrigado.

— Es una historia muy larga. — dije haciendo una mueca con la boca. 

— Para una amiga tengo todo el tiempo del mundo. — le miré y nos sonreímos.

— Está bien, te lo contaré. — dije

Le conté todo, desde que teníamos 9 y 5 años hasta el día que se fue.

— Y se fue, para siempre. — terminé y él se quedó algo sorprendido.

— Vaya. — dijo sorprendido.

— Lo sé, que cosas, eh. — sonreí.

— Ya te digo, nunca lo hubiese imaginado. — me miró. — Pues si te soy sincero, cuando yo llegué al Madrid no me habló de ti pero a lo mejor al llegar si le habló de ti a alguien. — intentó animarme.

— Gracias por animarme, Dani. Pero me ha olvidado, y yo debería hacer lo mismo. — dije convencida.

— Pero Sofía, era tu mejor amigo y el chico que te gustaba en la adolescencia. Eso no se olvida. — dijo él. — Y te apuesto lo que quieras que él tampoco te ha olvidado.

Me sonrió.

— Puede que tengas razón. — dije intentando convencerme de eso.

— Pues claro que sí, además, Sergio y tu hacéis mejor pareja que con Pilar. — dijo sonriendo. — Te contaré un secreto. — se acercó a mi. — No soporto a Pilar.

Yo empecé a reírme y él rió conmigo.

— Es insoportable. — dijo Dani. — La conocí en una cena y no paraba de abrazar a Sergio y no dejaba que nadie le hablase si ella no estaba en la conversación.

— Que pesada, ¿no? — dije sonriendole a Dani.

— Ni te lo imaginas, aunque espero que nunca la tengas que conocer. — me dijo.

— Espero. — sonreí.

Hablamos un poco más y sin darnos cuenta eran ya las 4 de la tarde.

— Oye, Dani. Me lo he pasado genial contigo, pero me tengo que ir. — le dije.

— Claro, no te preocupes, ¿te llevo a algún lado? — me preguntó.

— No te preocupes, me vienen a buscar. — le sonreí.

— Genial, espero volver a verte. — nos dimos un abrazo y nos despedimos prometiendo volver a quedar algún día.

Diego me recogió en la puerta del Sol y me llevó a la casa que había alquilado mi padre. La iba a compartir con otras 2 chicas.

Llegamos y no era un pisito. Era uno de esos áticos enormes en medio de Madrid.

Estaba al lado de La Gran Vía.

Subí, Diego me dijo que mis cosas ya estaban allí.

Llegué a la última planta y llamé al Ático B.

Me abrió una chica con el pelo castaño claro, delgadita y con una sonrisa en la cara.

— ¡Hola! Soy Marina, encantada. — dijo sonriente, me dejó pasar. — Eres Sofía ¿verdad? — preguntó.

— Sí, soy yo. — le sonreí.

— Pues bienvenida a tu nueva casa, te va a encantar. Mira. — me llevó al balcón, era una terraza enorme. — Las vistas son preciosas desde aquí. — me dijo, y tenía razón. Eran preciosas. — Ven, que te enseño tu habitación y te presento a mi amiga. — sonrió.

Subimos a la planta de arriba y giramos a la izquierda. Abrió una puerta y esa era mi habitación.

Tenía una cama en medio con sabanas blancas, las paredes eran de color violeta. Había un armario de dos plazas y una puerta que daba al baño. A la izquierda tenía un pequeño mirador. Una ventana con una pequeña terraza que daba a la calle.

— Es preciosa, me encanta. — dije asombrada.

— Me alegro de que te guste. — ella sonrió. — Tus cosas están ahí. — señaló al lado de la cama.

En ese momento una chica de pelo corto negro entró. Iba con unos vaqueros, una camiseta de manga corta azul y unas zapatillas de deporte.

— Ella es Izaskun, tu otra compañera. — dijo Marina.

— Encantada. — dije.

— Igualmente. — dijo ella.

Me instalé. La casa era preciosa y bastante grande. Cuando terminé de colocar todo bajé abajo y me senté en el sofá con las chicas.