Capítulo 82.

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Capítulo 82

«Si la esmeralda se opacara,

si el oro perdiera su color,

entonces, se acabaría

nuestro amor.

Si el sol no calentara,

si la luna no existiera,

entonces, no tendría

0 vivir en esta tierra

como tampoco tendría sentido

vivir sin mi vida,

la mujer de mis sueños,

la que me da la alegría...

Si el mundo no girara

o el tiempo no existiese,

entonces, jamás moriría

Jamás morirías

tampoco nuestro amor...

pero el tiempo no es necesario

nuestro amor es eterno

no necesitamos del sol

de la luna o los astros

para seguir amándonos...

Si la vida fuera otra

y la muerte llegase

entonces, te amaría

hoy, mañana...

por siempre...

todavía." -Por siempre, Mario Benedetti.

El día estaba echo un caos.

He bebido más de lo debido ayer con Kellin y Logan, y no es algo muy satisfactorio tener que ir al trabajo al siguiente día.

Así que aquí me tienen, en frente de la casa Hutcherson con un tremenda cruda de los mil demonios.

-¡Jesús, María y José! -gritó la Sra. Roberts en cuanto me vio entrar a la cocina- ¿Quién te golpeó, querida?

La miré sin emoción alguna. No tenía ganas de explicar que no estaba golpeada, sólo era la marca de haber tomado al extremo en mi rostro.

-Cruda -fue lo único que dije. También no quería hablar mucho, no me sentía con ánimo.

Puede ser porque ya me va a bajar, o porque me peleé con Josh el viernes pasado y aún no nos hemos reconciliado.

-¿Aún no han hablado? -exclamó la Sra. Roberts- Has estado así los últimos días.

-Es cierto, no nos gusta verte melancólica, ___. -habló Uriah.

-Lo sé, chicas. -intenté sonreír pero simplemente mis comisuras de los labios no se alzaban- Pero ya estaré mejor, se los prometo.

La cabeza me dolía horrible, como si alguien me estuviera apretando fuertemente de las sienes.

Cualquier pequeño sonido me parecía estruendoso y el sol se se sentía tan abrasador que me lastimaba el mínimo rayo de luz.

Vaya mierda.

Lo peor es que no he visto a Josh en estos días; suele salirse muy temprano, y no regresa hasta después de que me fui o simplemente sólo se sigue derecho y entra a su cuarto de un portón, sin hablar con nadie.

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