Capítulo 5: ¿La propuesta?

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Después de encontrar el botiquín en el baño, me dirigí a la sala donde estaba Jay. Tenía la cabeza recostada en el apoyabrazos del sofá, una pierna fuera y la otra dentro de él, un brazo en el suelo y otro en el rostro, tapándose los ojos. No tenía idea de por qué se encontraba en esa posición.

—Jay —lo llamé pero no respondía—. Jay —volví a insistir, esta vez un poco más fuerte, aunque seguía sin dar resultado. Me acerqué más y toqué su hombro. Él gruñó algo inentendible y supe que estaba dormido. ¿Justo en el momento en el que su rostro estaba completamente deshecho?—. Jay, ¿qué has tomado?

Él refunfuñó de nuevo y movió su mano con desdén, quitándola de su cara. Se veía tan pacífico —a pesar del estado en el que se encontraba—, así que decidí que era mejor dejarlo descansar. Pero sus heridas se veían tan horripilantes que me revolvía el estómago verlo. Una fobia extraña que yo tenía era el miedo a la sangre, a ese líquido rojo que teníamos recorriendo por todo nuestro cuerpo. Bastante ilógico a decir verdad. Cada vez que me visitaba mi famoso amigo Andrés era una total tortura, prácticamente debía quitarme la toalla higiénica con los ojos cerrados.

Espera un segundo... ¿Estaba pensando en toallas higiénicas mientras veía el rostro ensangrentado de Jay?

Sacudí mi cabeza.

Suspiré y dejé el botiquín en la mesita que estaba en medio de la sala. Supongo que debía esperar hasta que despertara para limpiarlo. O tal vez no.

Ya que su cara estaba a toda mi disposición, pensé que sería bueno curarlo y limpiarlo ahora mismo porque no le dolería tanto, ya que estaba dormido y si esperaba a que despertara la sangre se secaría. Iug, sangre. Jay tenía un sueño muy pesado, así que difícilmente se despertaría.

Saqué con sumo cuidado del botiquín el algodón y el alcohol. Unté el algodón con la sustancia y me acerqué con paso vacilante hacia él.





—¡Maldita sea! —Un grito me obligó a retirarme varios metros del sofá y con el corazón latiéndome fuertemente. Jay se paró con rapidez y se empezó a hiperventilar el rostro.

Sin querer, había apretado el algodón en una herida de la mejilla y eso hizo que el alcohol saliera en gran cantidad. Claro, él se despertó de repente ya que la herida ardía.

—¡Joder, arde, arde, arde! —empezó a gritar. Salió corriendo en dirección al baño y escuché cómo abría el grifo del lavamanos. Seguramente se estaba lavando el rostro, lo cual no pensé que hiciera primero antes de echarle alcohol.

Después de unos minutos, volvió con la cara más limpia —había eliminado los rastros de sangre seca del rostro— y me miró, refunfuñando. Lo observé apenada.

—Lo siento, fue sin querer... —murmuré en voz baja.

Alzó la cabeza y suspiró con fuerza.

—De acuerdo. Me limpiaré yo en el baño —dijo. Cogió el botiquín y se fue de nuevo al baño.

Yo no podía estar más avergonzada posible. Tenía la oportunidad de contemplarlo dormir con tranquilidad, algo que no se ve seguido, pero lo arruiné. Aunque claro, verlo fijamente hubiera sido algo psicópata, incluso para mí. Había sido un accidente, y a pesar de que él no se había sulfurado como esperaba, se le notaba enojado.

¿Matrimonio falso? |¿MF? #1|Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora