Capítulo 53

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Marco

Con sumo respeto y paciencia, Vanesa y Gloria me apartaron del cuerpo de mi hermano, llamaron a la policía y les explicaron lo que pasó. Ellos me retuvieron un par de horas para interrogarme. Sin embargo, no quedó duda de lo que pasó: Suicidio. Lo comprobó la posición del cuerpo, las huellas en el arma y la nota de despedida que él dejó en su coche. Y sobre esta estaban las joyas de mamá.

Lamento todo el dolor que causé. Lamento defraudarlos.
Mamá, perdóname.
Papá, perdóname.
Vanesa, tú también perdóname.
Y tú Marco, por mi y por todos, hazlo bien.

Salva.

Fue terrible darle la noticia a mis padres y, peor aún, verlos leer esa nota.

La gente tiene razón al decir que cuando alguien muere se suele olvidar lo malo y, por el contrario, se exalta lo bueno; pues recuerdo a Salvador como una persona alegre y capaz de influenciar en los demás.

¿Por qué no utlizaste eso de forma positiva?
¿Por qué tuviste que elegir mal?

Cansado, envié a todos los empleados a sus casas y yo me vine a mi apartamento. Mis padres, necesitados de consuelo, están con sus amigos más cercanos, pero yo quiero estar solo. Necesito estar solo.
Me siento tan... culpable.

¿Pude hacer algo más que sólo hablar?
¿Hay algo que no dije para evitar que tomara esa decision?
¿Debí intentar ayudarlo un poco más en lugar de juzgarlo?

Mi cabeza está llena de preguntas. Y al mismo tiempo trato de luchar con los demonios que tengo dentro desde hace mucho.

No voy a beber.

No voy a beber.

No voy a beber.

Debo ser fuerte y no caer.

Estoy viendo la botella frente a mi como si fuera una amante peligrosa que quiero sacar de mi vida.

No voy a tocarte. Ya no más.

¡Pero eso no aleja las preguntas!

¿Pude hacer algo más por Salvador?
¿Hubo señales que no vi?
¿Mis padres estarán pensando que pude evitarlo? ¿Qué debí decir o hacer algo más? ¿Me culparán?

Me levanto del sofá en el que estoy sentado y trato de alejarme de la botella.

No voy a tocarte.

Ya no más.

¡Ni siquiera voy a mirarte!

Paso unos minutos más de agonía hasta que escuchar el timbre de me saca de mi infierno personal.
Quién seas, vete...
La sola idea de que algún extraño venga a visitarme para darme el pésame me molesta. Soy de ese tipo de personas que prefieren vivir el dolor en soledad. Necesito silencio. Necesito pensar. No quiero hablar con nadie...

Pero el timbre vuelve a sonar.

Vete...

Quién seas, vete.

La imagen de Salvador sosteniendo su pistola no sale de mi cabeza. En sus ojos vi decisión. Sabía que iba a disparar. Lo que nunca imaginé fue que...
¿Por qué, Salva?
Esta vez, en lugar de escuchar el timbre, escucho que alguien grita:

—¡Sé que estás ahí! ¡Por favor, abre!

Esa voz...
Camino en largas zancadas hacía mi puerta y la abro. Ahí está ella.

Vanesa entre líos ©Where stories live. Discover now