Capítulo 7.- El duque

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        Algo dentro de ella le decía que la bienvenida a su casa no sería placentera. Los abrazos y besos se pospusieron en lo que su mamá intentaba asimilar por qué ella estaba allí y no en compañía de Elizabeth.

Sophia estaba más delgada, ojerosa y enferma. Stephanie le aseguró que estarían bien, que encontraría un trabajo pronto pero aquello no la reconfortaba, sin remedio la depresión que ya había dejado la muerte de su padre, aumentó.

En algún punto del día los abrazos bastaron para hacer cesar las lágrimas de su madre. Fue desgarrador para ella notar la soledad en la que vivía su progenitora, acompañada de recuerdos en esa pequeña casa que les era desconocida. Cubierta por la noche salió a las pequeñas escaleras de la entrada dejando rodar sus lágrimas y abrazándose ella misma.

Era difícil encontrar una solución inmediata. Quiso cerrar los ojos y pensar en un momento lindo, tal vez algún recuerdo de cuando era niña y salía corriendo a recibir el regreso de su padre, los momentos con su madre, cuando le enseñaba a bailar y a bordar algún pañuelo. Los recuerdos en realidad no le estaban haciendo bien, así que entró buscando las hojas donde una historia se estaba formando. Bajo la luz de una moribunda vela plasmó lo que gritaba su corazón.

"El recuerdo de los momentos felices se transforman en nostalgia. Tal vez la felicidad no fue hecha para ser recordada, una vez fue entregada y vivida, culmina. ¿Por qué Dios decidió dejarnos vivir en un mundo donde la tristeza abunda y la felicidad se busca como al oro? ¿Por qué resulta más doloroso vivir de recuerdos que no se han vivido, rememorar escenas que jamás pasarán? ¿Por qué la esperanza puede ser el mayor asesino del alma? ¿Por qué me aferro tanto a ese asesino? Puede que el mayor enemigo del hombre sean las ilusiones y lamentablemente yo no dejo de sumergirme en ellas".

Tal vez con demasiadas ilusiones al día siguiente Stephanie salió de su hogar en pos de conseguir un empleo. No aspiraba a algo muy grande, Wiltshire era un condado de grandes haciendas, de terratenientes al que poco se le podía ver las caras, un condado agricultor y ganadero. Sus esperanzas radicaban en ser sirvienta de alguna de las mansiones, pero por el contrario consiguió trabajo en un campo de trigo, era época de cosechar y eso es lo que haría. Trabajo era trabajo, así que Stephanie se sintió feliz de haber encontrado algo el primer día, aunque ese sentimiento no fue compartido con su madre.

—¡Trabajaras de obrera en un campo de trigo! —Con desconsuelo y tomándose la cabeza se lanzó de nuevo en el sillón donde permanecía sentada todo el día.

—Mamá al menos eso nos dará algo para poder comer, estaré bien, todo estará bien —aseguró Stephanie arrodillándose frente a ella, sonriéndole.

—Claro que no. Nuestra vida está arruinada, tú vida está arruinada. ¿Qué te quedará hija? ¿Casarte algún día con un esclavo? ¿Ser siempre la sirvienta de otros? ¿Vivir de las carencias?

—Hace tiempo que no hay otro futuro para mí. Como dama de compañía de Lizzy mi máxima aspiración era ser la institutriz de sus hijos. Ahora no me importaría casarme con un campesino si lo ama y me ama, y si tuviera mis propios hijos, sería...

—Stephanie ni se te ocurra. No puedes añorar una vida así. Tú no naciste para eso, nosotras no...

—Nosotras somos dos mujeres solas que no tenemos nada, no voy a añorar lo que jamás podré tener ni puedo lamentarme por lo que pude tener, eso no será nunca más. Somos pobres mamá y yo estoy bien con eso, es hora de que usted también comience a asimilarlo.

—Que desgracia —exclamó Sophia llorando—. ¿Para qué seguir viviendo?

—Mamá no llore. —Intentando calmarla la abrazó, limpiando con delicadeza las mejillas húmedas—. La vida es dura pero también es bella y por ello debemos vivir, por la magia que conlleva un nuevo día.

CupidoWhere stories live. Discover now