Junio 1827. Newcastle.
Elizabeth estaba perdiendo todo el buen humor que trajo a su vida aquella noticia que su amiga Emily le comunicó a tempranas horas de la mañana. Uno a uno los vestidos eran lanzados sobre su cabeza a una pila que se estaba haciendo en el suelo tras ella. No era posible que hubiera viajado con vestidos tan poco apropiados para el evento que ocurriría en tan solo un par de horas.
Sus rizos castaños ya se estaban despeinando debido a su agite, pequeñas gotas de sudor se atrevían a profanar la belleza de la blanca y delicada piel de su rostro, y sus mejillas sonrojadas eran la prueba más evidente de su trabajo, y mal humor.
Decepcionada y obstinada se sentó con su gran vestido rosa pastel sobre la pila de vestidos; no conforme con ello, se acostó boca arriba pataleando, fijando su azulada mirada en el blanco techo.
—¡No hay nada Stephanie! —chilló malcriada—. Todos esos vestidos son una pérdida, propios de una plebeya, ¿cómo me presentaré ante James Prestwick con esto?
Stephanie se permitió sonreír a sabiendas que Elizabeth no la veía. Estaba acostumbrada a los berrinches de su ama y amiga. Ella era más que consentida, siempre acostumbrada a conseguirlo todo en la vida. Para Stephanie era entretenido poder estar a su lado, era bueno vivir ante las vivencias de su amiga.
Elizabeth continuó quejándose, estaba a punto de llorar. Stephanie siguió inspeccionando los vestidos que aún continuaban en el ropero con los que estaban en el suelo, estaba segura que conseguiría una combinación adecuada.
—Recuerde que puede ser que no se trate del caballero que piensa —acotó Stephanie tomando un vestido para apreciarlo mejor.
—Es Alberth Bromwich, Emily lo dijo, es él. Y Alberth es el mejor amigo de James Prestwick. Dicen que es realmente apuesto, tal como un príncipe puede ser. Aunque el por ahora es un Duque, pero en cuánto su madre ascienda al trono será un príncipe y el futuro heredero a la corona. —Elizabeth se reincorporó hablando con un enorme brillo en su mirada. —El señor Prestwick se deja ver muy poco, pero yo he soñado con él toda mi vida. Tú lo sabes Stephanie. Él será mi esposo, debe serlo.
—Estás ilusionada con una idea, pero, ¿qué pasa si el príncipe no es cómo te lo imaginas? —refutó.
—¡Es de la realeza! Que importa cómo luzca. A su lado no sabes la posición que tendría, el poder lo es todo. Yo no leo dulces historias de amor, esa eres tú que puedes permitirte soñar con eso.
Stephanie pudo terminar la frase de Elizabeth en su cabeza; "porque eres una sirvienta y ya nada en tu vida importa". Si ser una sirvienta le daba libertad de escoger a quien amar, entonces se sentiría feliz por ello.
—¿Qué te parece? —preguntó colocando ante Elizabeth un conjunto de un corset verde agua con flores bordadas en hilo dorado, y una hermosa falda azul cielo que pertenecía a otro vestido.
La combinación era elegante, sencilla y ligera para la tarde calurosa que le esperaba.
—¡Eres la mejor! —Realmente feliz tomó el conjunto y lo pegó a su cuerpo. —Gracias Stephanie, por eso te quiero tanto, no sé qué haría sin ti. A veces hasta pienso que fue una bendición de Dios que te quedaras en la ruina y ahora seas mi sirvienta.
Por el cambio en el semblante de Stephanie, Lizzy supo que cometió un error, ella tendía a decir en voz alta pensamientos que nunca debían salir de su cabeza, intentó disculparse pero Stephanie le sonrió tranquilizándola como siempre.

DU LIEST GERADE
Cupido
Historische Romane¿Se le puede colocar grilletes al corazón? Stephanie es una joven sirvienta que es conocida como Cupido por escribir hermosas cartas de amor. Tras una tragedia familiar ha tenido que adaptarse a convertirse en la sirvienta de su mejor amiga. Ha sop...