Miré con tristeza la espalda de Madara, su cabello largo y negro, su armadura preparada para pelear, sus fieles armas para ganar.
―No tienes que hacerlo, podemos evitar todo esto, Madara.
―Lo haré por mi hermano, por el honor de mi clan, hoy conoce...
Primero que nada; para que se hagan una idea de lo que viste Madara en la boda, es unaimagen que ya habíasubido y me encanta.
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CapítuloXXII: El día de laboda.
Miraba mi reflejo por el espejo, indecisa acerca de lo que en unos minutos pasaría; vestida, maquillada y arreglada para el momento, según Mito no había novia más hermosa pero ella sabía que no me encontraba en las mejores condiciones. Mis manos sudaban, mi respiración era apresurada, pensaba demasiadas cosas a la vez.
Justo hoy al levantarme había caído en cuenta de la realidad, al bañarme mi cuerpo tenia ciertas marcas, las cuales hacían vistoso los lugares donde Madara había besado sin consentimiento.
―Respira hondo...― Dijo Mito, quien se encontraba detrás de mi, colocando la faja de la yukata.
Respondiendo a sus palabras respiré lo más que pude, dejando la faja lo suficientemente ajustada a mi cintura.
―Listo, te ves hermosa, Yagura.― Aduló Mito, mirándome con ojos tiernos.
―Gracias por la ayuda, Mito.― agradecí con una ligera sonrisa.
Algo no me permitía estar bien y era ese sentimiento de horror y miedo que aún tenia, quizás nunca superaría lo que esa noche pasó, pero lo que menos dejaría pasar era el hecho de que Madara sin nada mas que decir; se fue dejándome sola.
―Te esperare afuera, no tardes.
Miré como Mito salía por la puerta, ahora yo tenía que salir, dar la cara y decir que estoy feliz de casarme, de tener a un hombre como Madara a mi lado, pero el pensamiento de lo que él probablemente o más bien hizo, recorría mi cabeza sin parar, sin dejar de molestarme.
Suspiré fuertemente, y salí de la habitación, encontrándome con el rostro de muchas personas, señores feudales, líderes de clanes, solo gente importante a la cual no conocía, Goro estaba entre ellos, mirándome con una sonrisa que parecía demasiado falsa. Busque con la mirada a mi futuro esposo, encontrandolo a mi lado, solo, esperando.
Al momento en que me vio, enseguida se acercó, tomando mi mano con suavidad, su rostro parecía calmado, ni tener ningún tipo de culpa en sus expresiones. Lo mire seriamente, aceptando su mano, y sin seguir con mi vista en él, miré al frente, nuestra caminata inició.
A decir verdad todo lo que se decía era algo que yo ignoraba, pensando en todo lo que pasaba, solo observaba como el cura por así decirlo movía sus labios, a cada segundo tanto la vida de Madara como la mía estarían unidas para siempre. Sentía como mis manos aún sudaban, los nervios me corrompian.
Ahora la mirada de todos como la de Madara se encontraban sobre mi, esperando a que yo me prometiese ante él.
―Te amo, Madara, y es algo que no negaré nunca― inicié con la voz seca, sentía un nudo en mi garganta.― A pesar de todo lo que llegue a pasar, de lo que llegues a hacer, como tu esposa; prometo amarte y seguirte en todas tus desiciones.
Las palabras fueron totalmente diferentes a las ya escritas, ahora no pensaba en mi boda; sino en lo que ya ha pasado y en lo que siento en este momento.
―Prometo amarte, Yagura.― habló, captando toda mi atención.― y pase lo que pase, estemos en cualquier situación te protegeré y aun si es de mi.
La mirada de todos estaba concentrada en Madara, sorprendidos, sus votos, parecian una disculpa. Sus palabras, su tono de voz era arrepentimiento puro, si había pasado, si lo había hecho.
La ceremonia continuó, finalmente estábamos casados, unidos por ese hilo rojo que el destino se encarga de atar, pero por un momento de mi boda pensé; que estaba cometiendo un error.
...
El rostro de Madara señalaba aburrimiento y no era para menos, todo el día de celebración, sentados en el mismo lugar esperando a que todo terminase para irnos a dormir, ya era tarde, la faja me molestaba y esperaba descansar la espalda un rato.
A decir verdad no habíamos hecho nada en todo este tiempo, apenas y nos dirigíamos la palabra y el único momento del día en que me ha tocado ha sido en el retrato de pareja que Hashirama pidió, un momento realmente incómodo.
Ahora contaba los segundos para llegar a dormir, tan solo acostarme y caer.
―Parece que todo el mundo se divierte.― habló Madara, sin mirarme, su expresión era sería.
―Si.― dije con un tono de voz bajo, entablar una conversación era muy difícil.
―No hice lo que piensas, Yagura.
Miré a Madara sorprendida, esperando una respuesta, finalmente queria hablar de eso y era algo que yo necesitaba.
―Si... si lo intenté, en realidad, no te mentiré.
Mi mente daba vueltas a la situación, si realmente no lo había hecho porque de igual forma mi cuerpo estaba de esa manera, aseguro que sólo una vez he estado así y ha sido a su lado como mujer.
―Te encerré en un Genjutsu, ese no era mi plan inicial, solo quería verte, pero mi cuerpo me pedía lo que sabía que en ese momento tu no me darías.― pausó, tomando su cabeza o sus manos.― Después de besarte me arrepentí, sabía que tu nunca me perdonarías algo así.
Una de mis manos fue directamente a la cabeza de Madara, acariciando esta con suavidad, sentía molestia pero alivio.
―Besé tu cuerpo, lo sentí, acepto que lo toqué... Pero en ningún momento hice más que eso.
―¿Porqué mi cuerpo se sentía de esa forma?― pregunté aún resolviendo todo el misterio dentro de mi mente.
―Eres una mujer fuerte de mente débil, saliendo del Genjutsu empezaste a sentirte mal; cansada, estresada y sudabas, tu cuerpo no respondía y todo debía dolerte, es normal.
Quite mi mano de su cabeza, colocándola en mi regazo, perdonar algo que casi hace y que gracias a dios no hizo, mi mente se calmaba y mi miedo se iba pero aún quedaba esa punzada, al final es algo que por un momento pensó hacer.