Las semanas siguientes pasaron lentas y sin muchas novedades, aunque tampoco tuve tiempo de que las hubiera, el Sr. Michaels se encargó de ello mandándome toneladas de trabajo para casa. Estuve tan ocupada que ni los fines de semana tuve tiempo de descansar. Cada día que pasaba me hartaba más, estaba más seco aún que la primera semana y mucho más exigente. Era como si estuviera enfadado conmigo, pero no sabía por qué.
En ese tiempo de todos modos tampoco es que ocurriera nada interesante: Clau y Tyler comenzaron a estar casi siempre juntos —dentro y fuera de clase— y a "soltar corazoncitos por los ojos" de manera permanente. Se lanzaban miraditas, sonrisitas, besitos y demás. Vamos todos esos "empalagoseos" dignos de una película romántica de esas tan pastelosas que cansan. Helena que al principio estaba igual de emocionada que ella, a mitad de la primera semana ya me estaba pidiendo que les buscásemos un nombre a la parejita. Y es que se merecían un nombre propio, porque de dos individuos independientes había "digievolucionado" una amalgama extraña de ambos... así que los llamabamos "Tycla", según mi sobrina un nombre de "shipeo" bastante aceptable (shippear: palabra modernita que venía a decir algo así como seguir o idolatrar a una pareja, aunque en este caso lo que quería indicar es que de dos, había surgido solo uno). Clau, en ese poco tiempo, ya cambiaba el "yo" por el "nosotros" y mi sobrina se estaba cansando de no poder contar para nada con la que antes era su mejor amiga.
Dave, que al principio pretendía llevarse bien con Helena, o eso parecía, a días copiaba su actitud y se pasaban las clases o ignorándose o lanzándose "pullitas" el uno al otro. Esos días tenía la ventaja de que mi sobrina dirigía su hostilidad hacia él en vez de al Sr. Michaels, el inconveniente es que estaban empezando también a cansar a todo el mundo. A veces tenía miedo de que el truco ese de Sheldon Cooper (The big bang theory) de concentrarte para explotar cabezas telepáticamente surtiera efecto entre ellos. Otros aficionados a echarse miraditas, pero de odio.
A Jeremy y Amell solo los había visto en los entrenamientos y mientras el primero empezaba a guardar algo las distancias, el segundo se iba acercando cada vez más. Bromitas, preguntas, siempre me pedía que los ayudara a cualquier tontería mientras esperaba a las chicas... Y yo por supuesto tenía en cuenta cada pequeño detalle así como cada pequeñísimo roce, lo que para mí era tonteo: que si golpecitos en el brazo, que si tienes un pelo en la cara... "jiji... jaja..." A veces me hacía sentir mal, me preguntaba si Jeremy seguiría sintiendo algo por mí y si le dolería verme tontear con Amell. Aunque a lo mejor no era un tonteo por parte de Amell, y a lo mejor ya Jeremy no sentía nada por mí y a lo mejor Amell era verdad que estaba con la profesora de literatura, y a lo mejor.... y a lo mejor yo moría siendo la vieja loca de los gatos de los Simpson como me decía siempre mi hermano y mi madre. Como me pusiera a hacer suposiciones siempre acababa en la misma.
Solté un largo suspiro para intentar quitarme de la cabeza el tema: "vieja loca en mecedora arroja gatos" y seguir conduciendo sin dormirme mientras nos dirigíamos en el coche para la primera clase del día, menos mal que era viernes. Las tres íbamos en silencio, Clau estaba con el móvil soltando sonrisillas de vez en cuando y Helena mirando a lo lejos por la ventanilla con cara de pocos amigos.
Llegamos antes de que tocara el timbre y entramos directamente dándole los buenos días al Sr. Michaels, que respondió secamente.
Ese día tras terminar el tema empezaríamos con el primer experimento, así que al menos la clase sería más entretenida.
Éste consistía en reconocer una serie de minerales y como ya sabía que me tocaría darlo a mí, tras terminar de hablar el Sr. Michaels, me levanté y empecé a explicar los diferentes modos de hacerlo: Dureza, transparencia, opacidad, reacciones a diferentes ácidos... Repartí las bandejas de minerales, una por cada mesa, y todo lo necesario para el experimento. Ya no me ponía tan nerviosa, aunque tener esa mirada de desaprobación en el cogote del Sr. Estirado seguía siendo molesto. Por más que lo intentaba no lograba agradarle de ningún modo. Cuando terminé, me volví a mi sitio junto a él y nos pusimos cada uno a lo nuestro.
—Eso no es así, deja, ya lo hago yo —se escuchaba a Helena por encima del resto de voces de la clase. Al levantar la cabeza vi como intentaba quitarle uno de los minerales a Dave.
—Esto es Halita, estoy seguro —protestó éste.
—¿A sí? ¿Y cómo estás tan seguro? Puede ser Sodalita—soltó con incredulidad Helena. —Trae que voy a ver la transparencia... —Volvió a intentar quitárselo pero Dave le dio la espalda.
El Sr. Michaels levantó la cabeza con ánimo de parar la discusión justo a tiempo para ver como Dave le daba un enorme lengüetazo al mineral que tenía en la mano.
—Es halita, sabe a sal. Ahora puedes hacerle las pruebas que quieras. —Y lo puso en la mesa con cara de suficiencia justo delante de una Helena ojiplatica. Pocas veces la había visto así.
Antes de que ésta pudiera abrir la boca y gritarle cualquier improperio a Dave —o le hiciera tragarse el mineral— el Sr. Michaels intervino.
—Es un método bastante rápido y válido para comprobar que es una piedra de sal, es decir, Halita. Bien hecho. — Y esbozó una pequeña sonrisa.
Por un segundo pensé que Helena mataría a alguno de los dos pero continuó con la misma expresión y solo atinó a apartar con el pico de un cuaderno el mineral "chuperreteado" de su sitio y a seguir con el experimento.
—Al final parece ser que Dave va a lograr entender a su sobrina, Srta. Morgan — susurró el Sr. Michaels.
—Si tan solo lograra hacer eso yo con usted... — dije casi para mi sin pensar y al girarme y dejar de mirar a Dave y Helena me encontré con esos ojos marrones y profundos clavados en mí.
— ¿Cómo dice?
— Nada. No he dicho nada. — Y me quedé clavada en mi sitio como un conejo al que le han sorprendido las luces largas de un coche por la noche, temiendo por su vida.
—Si tiene usted algo que decirme, —se acercó más a mí mientras seguía apoyado en la mesa. Proximidad que me incomodó muchísimo —le sugiero que no lo murmure entre dientes, es de mala educación y denota inmadurez, aunque si he de serle sincero es algo que no me sorprende viniendo de usted. Prin- ce- si- ta.
Se giró y volvió a corregir sus pruebas. Permanecí inmóvil y creo que en algún momento incluso dejé de respirar. Me puse roja, mezcla de rabia y vergüenza. Ahora si lo había dicho claramente. Me hizo sentirme como cuando pequeña, en primaria los chicos se metían conmigo.
"Se acabó" Me dije, pero no hice nada.
"Hablaré con Jeremy", pensé, eso es, él tendría que saberlo, era su amiguito y también me había llamado así, a Jeremy sería más fácil pedirle explicaciones y en cierto modo también estaba en mi derecho de hacerlo. Mataría dos pájaros de un tiro.
Con esa idea en la cabeza, cuando terminaron las clases, me dirigí lo más rápido que pude hacia el campo de soccer. Esperaba encontrármelo solo y poder interrogarlo a gusto, pero había olvidado que ese Viernes era el último entrenamiento antes del primer partido así que ya estaban todos allí.
Resignada me dirigí a las gradas en vez de a los banquillos, donde solía quedarme últimamente, y tiré mis cosas encima de las tablas que hacían de asiento. Hoy no tenía ganas de ayudar con nada, solo me apetecía que el entrenamiento pasara lo más rápido posible e irme a mí casa, ponerme una buena película, taparme con una manta y hundir la nariz en una buena fuente de palomitas.

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Los cuentos de hadas no existen ©
Humor© Todos los derechos reservados. Obra registrada en Safe Creative con el nº 1502093217031 Cuando eres pequeña creces viendo películas Disney donde una princesa muy guapa en algún tipo de apuro es rescatada por un príncipe encantador. Se enamoran aut...