Gavin y yo nos habíamos duchado y cambiado de ropa, íbamos a cenar por ahí para celebrar que estábamos juntos. Ya que con el percance que tuvimos con mi padre, no pudimos hacerlo. Me llevó a un restaurante que estaba situado en una especie de castillo, era tan bonito que parecía sacado de una película. Todo el mundo iba vestido de etiqueta mientras Gavin y yo traíamos ropa de calle, se suponía que solo pasaríamos allí el día.
El maitre nos acompañó hasta nuestra mesa y nos entregó la carta para que decidieramos que queríamos para cenar.
- ¿Qué tomarán de beber? - Preguntó el camarero apoyando la punta del bolígrafo sobre la hoja de su libreta, preparado para tomarnos nota.
- Vino, por favor. - Le pidió Gavin.
Después de preguntarnos y anotar lo que cenaríamos, se marchó, pero enseguida volvió para traernos el vino.
- Este lugar es precioso, nunca he estado en un sitio tan lujoso como este. - Dije mientras me llevaba la copa de vino a la boca.
- ¿Te acuerdas del tío que nos interrumpió aquella vez? Leo Manfred. Pues, su padre es pintor, es muy famoso y está forrado. Leo y yo somos amigos desde que éramos pequeños, su padre solía celebrar aquí su cumpleaños.
- ¿Conoces a Carl Manfred? ¡Soy muy fan de su trabajo! - Exclamé asombrada. Fui un par de veces a alguna de sus exposiciones, pero nunca intenté hablar con él, me daba muchísima vergüenza y no quería hacerle perder el tiempo a un gran artista como él.
- ¿Enserio? Pues Leo me debe una por interrumpirnos... - Insinuó divertido. Aunque no pensaba que lo dijera de verdad, pero si Gavin me llevaba a ver a Carl Manfred, me daba algo.
- Debería de haberme puesto otra ropa. Todo el mundo va muy arreglado. - Yo apenas iba bien peinada, me había arreglado como pude, el pelo con las manos, cuando salí de la ducha.
- ¿Qué dices? Estás muy guapa. Pero estabas todavía más guapa cuando estábamos en el jacuzzi... - Y ahí estaba de nuevo aquella sonrisa torcida que me volvía loca.
Me sonrojé y bajé la mirada avergonzada al escucharle decir eso, pero no pude reprimir la sonrisa.
El camarero no tardó demasiado en servirnos la comida, pero menos tardamos en comernosla. Yo estaba demasiado llena para tomar postre y Gavin tampoco quería nada más, así que era hora de marcharnos a casa, ya que se estaba haciendo muy tarde. Yo no quería irme, había estado tan a gusto con Gavin que hasta me había olvidado de lo aburrida que era mi vida antes de conocerle.
A fuera, las estrellas cubrían el cielo y corría una ligera brisa que hacía que me dieran ganas de tumbarme en el suelo a observar el firmamento durante el resto de la noche.
- Sé que no debería pedirte esto, los dos tenemos cosas que hacer. Se supone que mañana tengo que estar en comisaría a primera hora, pero...¿Te apetece que pasemos la noche aquí? Mañana podríamos ir a desayunar por ahí y después volveríamos a casa. - Parecía que casi le daba vergüenza preguntarme aquello.
No sé si había perdido la cabeza por completo o me había vuelto estúpida, pero acepté sin pensármelo dos veces.
Decidí que no iba a mentirle más a mí padre, pues ya era mayor para ser consecuente con mis actos. Así que saqué el teléfono móvil y le llamé. Aunque no voy a fingir que no estaba muerta de miedo por su posible respuesta ante esto.
- Hola, cariño. ¿Todo bien? Estoy llegando ya a casa. - Se escuchaba de fondo el sonido que hacía el coche cuando corría por la carretera.
- Papá, no estoy en casa. Llevo todo el día con Gavin. Voy a pasar la noche con él. - Expliqué lo más calmada posible.
Esperaba que mi padre empezase a gritar como un energúmeno, pero lo único que hizo fue suspirar cansado y decirme que tuviera cuidado.
- Lo tendré, te lo prometo. Te quiero mucho papá. ¿Vas a estar bien?
- Sí, no te preocupes. Connor me hará compañía. Te quiero. - Dicho esto último, colgó el teléfono.

YOU ARE READING
Detective Reed.
Fanfiction"Siempre has dicho que no te fijarías en los chicos malos. Pues en menudo te has ido a fijar...Y ya sabes que quien juega con fuego se acaba quemando. Gavin Reed te llevará hasta el límite...