11-BIANCA
Adoro a Matt, es uno de mis mejores amigos y me encantan sus excentricidades, pero hoy no es el mejor momento para que llegue tarde. Llevo más de una hora esperándole enfrente de la boca del metro de La Latina. Poco a poco se está llenando de gente que viene a El Rastro. Soy una aficionada a este mercadillo callejero y siempre que puedo lo visito, pero hoy he elegido el encuentro con Matt ahí por lo bullicioso que es el lugar. No sé si puede servir de algo pero me hace sentir más segura el hecho de que esté lleno de gente. Vuelvo a mirar la hora desesperada. ¿Dónde se ha metido Matt? Salí de casa de Lucas hace una hora y media. Es más que probable que ya se haya despertado y descubierto mi desaparición, y eso me pone nerviosa. Estoy convencida que no le habrá hecho ninguna gracia.
Hubo un momento ayer que no supe como despistarle. Cuando vi las pastillas en la cocina decidí hacerle la comida para dormirle, pero Lucas notó algo raro y no me dejó ni un momento a solas hasta que le solté lo de que "me gustaba". Me estaba atosigando con sus preguntas y decidí decirle la verdad. Es cierto que me había desconcertado mi comportamiento cuando le vi herido y eso me había hecho pensar que, quizá, Lucas me gustase más de lo que pensaba. Pero, por favor, se lo había tomado como si le hubiese hecho una declaración de amor. Menudo gilipollas. Tampoco es que tuviese ningún motivo para sorprenderme, Lucas se había comportado como el perfecto engreído gilipollas que había imaginado que era cuando le conocí. Por eso me había gustado ¿no? Pues ya está, no había ningún motivo para sentirme molesta. Pero... me había molestado. Lo bueno es que su actitud había hecho que me sintiese un poco menos culpable de drogarle.
Miro de nuevo el reloj. «Venga Matt» pienso dando la última calada al cigarro. A lo mejor ha tenido algún problema al pasar por mi casa para recoger mis cosas. Se me revuelve el estómago y sin pensarlo saco el teléfono para llamarle. He preferido no darle muchas explicaciones, pienso que cuanto menos sepa es más seguro para él. Pero tampoco le he dicho que tuviese cuidado. No he llegado a dar al botón de llamar cuando siento una mano en mi espalda, pego un brinco pero me relajo al descubrir que es Matt.
—¿Qué tal, preciosa? —pregunta dándome dos besos.
—Has tardado mucho —le regaño cogiendo la mochila que lleva en el hombro.
—¿Así me agradeces que haya madrugado un domingo para ir a buscarte ropa a tu casa? —dice molesto.
—Lo siento, Matt, estoy algo nerviosa.
—Me has prometido que cuando puedas me vas a contar todo lo que está pasando. Es una pena que Lucas sea un acosador porque hacíais muy buena pareja.
—Ya sabes lo que opino de las parejas —le digo intentando cortar esa conversación. Lo mío no son las relaciones y lo sabe—. ¿Has traído lo que te pedí?
—Sí, toma. —Cojo las llaves que me da Matt—. Disfruta la soledad una temporada. ¿Has avisado en el trabajo?
—Sí, está todo solucionado. Muchas gracias, Matt, y por favor...
—Sí, no diré a nadie dónde estás y menos a Lucas. Me ha quedado claro.
—Gracias —digo con una sonrisa en el rostro mientras le doy un beso en la mejilla.
—Me tengo que ir —dice con una mueca—. He dejado a alguien en casa y no le va a gustar ver el otro lado de la cama vacío. Este chico promete.
—Márchate —digo con una sonrisa empujándole para que se vaya—. Ya me lo presentaras.
—No lo dudes —dice con un guiño antes de desaparecer por la boca del metro.
Yo también tengo que coger el metro, pero antes quiero pasarme por una tienda de móviles para comprar una tarjeta de teléfono. Estoy poniéndome de camino a la tienda cuando el ruido de un motor al otro lado de la pequeña rotonda llama mi atención. En cuanto veo la moto plateada el corazón se me acelera. Lucas no me puede encontrar. Pero ya me ha visto y nuestras miradas se cruzan.
—¡Bianca! —grita dejando la moto en la acera y quitándose el casco. Me he quedado paralizada unos segundos al verle, pero una vez salgo de mi shock me giro y echo a correr hacia esa multitud que se concentra en los puestos que hay en la calle—. ¡Bianca, espera! —Oigo los gritos de Lucas detrás de mí.
No miro hacía atrás, fijo mi vista al frente y solo me concentro en esquivar a la gente que hay en El Rastro. Sigo oyendo las maldiciones de Lucas pero parece que le cuesta tanto como a mí moverse por la multitud. Si no hago algo al final me va a alcanzar. Cuando veo los trajes azules no lo dudo y me lanzó en esa dirección. Con el impulso de la carrera caigo encima de uno de los policías que consigue frenarme sin que nos vayamos los dos al suelo.
—Me persigue —susurro sin aliento mientras señalo a Lucas que está luchando por avanzar entre la gente. Los dos agentes fijan su vista en él y se ponen camino en su dirección. Cuando el agente con el que he chocado me ha soltado retomo mi carrera sin quedarme a ver que pasa con Lucas.
En cuanto puedo me desvío por una calle para salir de ese tumulto de gente. Llego a la Puerta de Toledo casi sin aliento pero aun así no paro de correr hasta que entro en el metro.
Una vez sentada en uno de los vagones intento controlar mi respiración. Miro la hora, voy a llegar justa al siguiente autobús, pero llego. ¿Cómo narices me ha podido encontrar Lucas? ¿Habrá seguido a Matt? Es posible. Es como si Lucas supiese dónde estoy en cada momento, como ayer en la Estación de Atocha. ¿Cómo supo que había ido a la Estación? Una idea se me pasa por la cabeza, pero la rechazo. Eso es imposible y suena a película de acción mala. Claro que... Lucas es detective. No me puedo quitar la idea de la cabeza así que lo primero que reviso es mi bolso. No hay nada raro, la mochila la descarto porque me la acaba de entregar Matt, pero no dudo en quitarme el abrigo y empezar a revisarlo concienzudamente. Algunos pasajeros me han empezado a mirar como si estuviese loca, pero me da igual. No me puedo quitar de la cabeza que Lucas haya podido ponerme un localizador. Cuando veo el pequeño aparato pegado a la etiqueta me sale un improperio contra Lucas. Arranco con indignación la etiqueta. Al hacerlo he roto el forro de mi bonito abrigo pero después de los agujeros de bala ya no me importa.
Medito un rato, con el localizador en la mano, qué hacer con él hasta que un señor se sienta a mi lado. Le observo un rato cuando se me dibuja una sonrisa malvada en la cara. No puedo evitar sentir cierta satisfacción al pensar en la cara de sorpresa de Lucas en el momento en que se dé cuenta. Ya era hora de dejar de pensar en él y concentrarme en cómo recuperar a mis padres.

CITEȘTI
Te cambio...
Ficțiune generalăBianca es una chica de veintiséis años normal. Sus pasiones: salir de fiesta con sus amigos por Madrid, ligar y bailar. Su vida es simple, y le encanta que sea así. Lo que no puede imaginar es que en una noche de marcha, por culpa de un cigarro y u...