Portavoz: Ron.
-Estoy aburrido...
-¡Ron, basta, me hartaste! ¡Vete abajo, hazme el favor! ¡Estoy ocupado!
-Y yo aburrido.
Harry me arrojó, con la delicadeza que lo caracteriza (nótese el sarcasmo), unas hojas de papel que tenía a mano, abollándolas.
-¡Largo de aquí!
Yo tomé el bollo de papel antes de que me golpeara y bajé las escaleras rápidamente.
Harry estaba buscando algo en el cuarto de Sirius. Y no lo hallaba, entonces la había tomado conmigo y Hermione.
A ella hacía varias horas que no la veía.
Abrí el bollo de papel para ver qué era.
Partituras. De piano.
Cuando era pequeño, mi madre me había anotado en clases de piano intentando que no destruyera toda la casa en mi tiempo libre. Era bastante bueno, pero un día sencillamente me aburrí y ya no quise tener clases de piano.
Llegué a la sala de estar y me senté frente al piano. Me estaba preguntando quién habría sabido tocar en esa casa. ¿Sirius? ¿Regulus? ¿La señora Black?
Puse las partituras de modo que pudiera verlas.
-¿Sabes tocar? Yo hice algunos años de piano...
Su voz me hizo voltear. Sonreí.
-No.-Mentí.-¿Me enseñas?
Hermione se acercó a mí.
-¿Nunca tocaste? Porque acomodaste las partituras bastante bien.
-No, yo... Mamá sabía tocar y siempre me pedía que se las acomodara.
Ella se sentó a mi lado.
-A ver... ¿Qué es esta música? Mmm...
Hermione estaba ensimismada observando las partituras... Detuve mi mirada en su rostro.
Evité un suspiro. Me preguntaba si...
Pero no le dije nada.
-¡Oh, claro! Ya sé cuál es. Tengo que hacer memoria un poco para recordar cómo era...
Sonreí. Ella también me sonrió.
-Lo tengo.
Hermione acomodó sus manos en el teclado y logró tocar lo que estaba en la partitura. Yo conocía esa canción a la perfección.
-Ahora inténtalo.
-Pero si no tengo idea de cómo tengo que hacer.
Ella tomó mis muñecas y las movió hasta que mis manos se acomodaron sobre el teclado.
-Ahora tocas en este orden...
Imité su movimiento equivocándome a propósito.
Hermione sonrió.
-No, no. Mira. Así...
Movió sus manos y volvió a tocar la melodía.
Su sonrisa me encandiló.
Hacía varios años que me sentía atraído por ella, pero ahora... Era algo más fuerte. Más profundo... No solamente era hermosa... Era más que eso...
Hermione me miró.
Al notar que me miraba, parpadeé y volví a ver mis manos y a equivocarme a propósito.
-No, no.
Durante toda la tarde Hermione intentó enseñarme a tocar, y yo me equivoqué de forma intencional una y otra vez.
Cuando por fin me había salido bien, Hermione dijo:
-Creo que eso fue todo por ahora. Hay que preparar la cena.
Ya era tarde.
-Tú quédate aquí. Hoy cocino yo.
-¿Sabes cocinar?
-Por supuesto que no. Pero si mi madre puede hacerlo, yo también. No puede ser tan difícil.
Ella rió.
-Mejor te ayudo, o la casa volará en pedazos.
-Gracias por la confianza.
-Claro que confío en ti.-Sonrió.-Pero no para cocinar.
Nos dirigimos a la cocina.
-Puedes encargarte de hacer el pudín. Supongo que sabes hacerlo, te encanta comerlo.
-Me encanta comer todo. Una cosa no lleva a la otra.
-Bien. Ya te ayudo.
Hermione se acercó a mí con dos delantales en su mano. Floreados.
-Ni muerto me pongo eso.
-Son de tu madre, debe haberlos dejado aquí. Vamos, sólo yo te veré. Ponte esto y déjate de bobadas.
Me empujó para que le diera la espalda y me puso el delantal.
-Listo.
Hermione se acercó a la alacena y sacó unos cuantos ingredientes.
Se paró a mi lado y los dejó junto a un recipiente para hacer la mezcla.
-Te daré las instrucciones.
Asentí.
-Toma un huevo y rómpelo.
Hice lo que decía.
-Ahora ábrelo y deja caer el contenido.
Sonreí con malicia. Se las haría pagar por obligarme a ponerme esa cosa floreada.
Elevé mis manos por encima de su cabeza y abrí el huevo.
-¿Así?
El cabello de Hermione se llenó del relleno de lo que yo tenía en la mano.
Me miró con odio.
-¡Estúpido! ¡Sobre el recipiente, no sobre mí!
Solté una carcajada mientras de la coleta que Hermione llevaba caían al suelo gotas de clara y yema de huevo.
-Te ves amarilla.
Hermione sonrió con ironía.
-Y tú te ves blanco.
-¿Qué?
Tomó el paquete de harina, lo abrió, metió una mano dentro, recogió un puñado y me lo arrojó en la cara.
Mientras yo escupía harina, ella se echó a reír.
Tomó un huevo y lo rompió.
-Te falta un toque de consistencia.
Vació el huevo sobre mi cabeza y salió corriendo mientras reía.
Corrí tras ella dando grandes zancadas. Logré tomar su cintura y llevarla de nuevo frente al recipiente.
Tomé un puñado de harina y se lo arrojé.
Ella rió. Miró el recipiente. Puse mis brazos a cada uno de sus lados para que no saliera corriendo otra vez.