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Aquel verano bajo el cielo mallorquín, dos almas se unieron, se juntaron navegando a la deriva sin rumbo fijo. Cada uno con sus distintos problemas y valores, pero ambos con algo claro; querían estar juntos aquel verano, aquel, y el siguiente, el de dentro de tres años...
Ella no esperaba encontrárselo a él, él no esperaba que su verano fuera más que simplemente habitual.
Pero cuando se juntaron, cuando se conocieron, el mundo hizo un estruendo, una sacudida, como si acabara de saltar de alegría, al ver los planes del destino funcionar y encajar tan bien.
Aquel verano en Mallorca, en Portocolom, uno de los pueblos más románticos de España, el mundo unió a dos personas. ¿Para siempre? No se sabe.
Sin embargo, los unió para cada verano.