Mucho ruido y poca decisión, efectivamente. Me bajé del aquel coche más temblorosa que un flan, haciéndome la valiente. Parecía que eso se me daba bien, o eso pensaba yo. Pero no, por dentro estaba hecha un manojo de nervios y sabía que también Malú podía notarlo. Me flaqueaban las piernas, sentía que iban a fallarme por completo y acabaría en el suelo.
Por otro lado, no era capaz de comprender tanto nervio, cada paso que daba me costaba la vida entera. Muchas veces había estado en esa casa, siempre alegre… con mi guitarra, echándome unos cantes con José o con Malú, pero esta vez sabía que era diferente. Lo sentía.
-Amor, ¿vienes o te vas a quedar en la escalera? – me dice la mujer de mi vida con rostro burlón. Avanzo a duras penas por los cuatro escalones que me separan de la puerta principal. – Venga va, va a salir bien.
-No sé el qué, porque tampoco sé lo que vas a hacer. Miedo me das.
-Ya sabes. Ha llegado el momento.
Y como si todos los pájaros de mi cabeza y las mariposas huracanadas de mi estómago dejasen de volar a la vez, vuelvo a la más firme realidad por una vez desde que Malú y yo nos besamos por primera vez. Agité con confusión la cabeza, intentando hacerme a la idea. Supongo que esa idea pululaba por mi mente, pero sin querer hacerse realidad de todo.
-Pero… pero… – intento hablar.
-Shh… –me pone el dedo índice sobre mis labios, desisto de toda intención. Escalofríos recorren mi cuerpo, desde la punta del pelo a la punta de los pies. Es impresionante lo que consigue en mí con una mirada, un roce, una sonrisa… con tan poca cosa.
Me mentalicé en unas décimas de segundo, nos abrazamos profundamente como para darnos fuerza, sonreí en sus labios, los cuales besé inmediatamente después. Nos cogimos las manos, las agitamos liberando la tensión. Respiramos a la vez… Y se abrió la puerta.
Puse los ojos como platos, seguíamos la una en frente de la otra y quien quiera que acabase de abrir la puerta, nos veía a ambas de perfil. Me dio miedo girar la cabeza para descubrir la identidad de aquella persona. Miré fijamente a Malú con cara de ‘tierra trágame’. Su cara decía más o menos lo mismo. Finalmente dio ella el paso.
-Holaa… mamá. – saludó. Ahora sí que me quería enterrar bajo tierra. Me recompuse como pude, también en décimas de segundo.
-Hola, hola. – respondió su señora madre. – ¿Pasáis?
-Em… sí, claro. – solté casi sin pensar.
No os hacéis una idea de lo incómodo de la situación, una persona con la que tienes toda la confianza, que entras en su casa como si casi fuese la tuya… y ahora tanta tensión que se podía cortar con cuchillo. Por fin acomodadas, Malú arrancó:
-Pues… mamá, no te diré que te presento a Vanesa porque ya la conoces pero… – suspiró muy profundo, buscó mi mano entre los cojines del sofá, yo apreté los ojos, como quien espera el sonido después del relámpago en una tormenta – pues que estamos juntas.
-Oi, ¡qué estupendo! Por cierto hija, no sabía que ya estabas por aquí otra vez. Hay que ver, ya no me cuentas nada.
¿Y ya está? Tanto nervio para esto... Ambas pensábamos que se lo iba a tomar peor, pero no, como si tal cosa. Como quien le dice la cosa más corriente del mundo y me alegraba infinitamente de que fuese así. La tarde continuó entre cafés, charla, café…
…
-Pues al final se lo ha tomado bien. Vamos, que le ha dado igual. – reflexiono en alto mientras me desvisto para ponerme el pijama ya en casa, ‘nuestra’ casa. Vamos la de Malú.
-Ya te digo, creo que le importaría más que le dijese ‘mamá, hoy no he comido’ – reímos juntas y noto que su vista se clava en mí.
-¿Qué pasa, eh? – arqueo las cejas repetidas veces.
-Nada, nada… – viene hacia mí arrastrando los pies y estira los brazos hacia adelante cual niña pequeña en busca de abrazos.
-Eyyy, pero deja que acabe de ponerme el pijama, cosita pequeña.
-¿Y qué más da? – hace caso omiso de mi petición y me aprieta contra ella con toda la fuerza de la que es capaz. Nos da la risa y acabamos tiradas en la cama de cualquier manera.
Sonríe a centímetros de mi rostro y zas, ramalazo. Sus sonrisas me inundan de felicidad, tiran de las mías. Sonrío también y siento que así nos podríamos tirar horas. Me da igual el mundo… me cuelo entre la camiseta ancha que lleva a modo de pijama y acaricio su espalda una y otra vez. No puedo dejar de sonreír.
-¿Amor? ¿Me estás escuchando? – el perfecto sonido de su voz me hace volver a conectar al menos un par de neuronas.
-¿Qué? – respondo como si acabase de despertar de un montón de horas durmiendo.
-Naaada… – se ríe entre dientes – que te quiero y que gracias por esperarme.
-A ti por todo, Malú. Por elegirme. Por esta historia, por hacerme sentir un torrente de sensaciones.
Nos besamos lenta y tiernamente, susurrándonos. Después de un rato así (y de que el hambre apretase) me bajo a preparar la cena y ella se queda preparando todo lo necesario para el día de trabajo que le esperaba nada más que amaneciese. Vibra su móvil y, ya que estoy por allí, me atrevo a cogerlo y ver de qué se trata.
-A tomar por culo. – se me escapa al leer el whatsapp. Su puto ex novio. Es que joder.
Y lo peor de todo, ¿por qué se siguen hablando? ¿Y por qué no me lo cuenta? Está claro que no está bien eso de cogerle el móvil pero… es que, sinceramente, en el momento ni lo pensé. Me arrepiento tanto en ese momento… No sé qué hacer. Decido ser sincera e ir con la verdad por delante, aunque eso conlleve mucha valentía y la posibilidad de darme un golpe contra un muro rocoso.
-Malú… te reclaman por aquí abajo…

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Entre tanta multitud.
FanfictionHistoria ficticia de las cantantes Malú y Vanesa Martín que, 'entre tanta multitud' pasarán de ser amigas a algo más. ¡VALÚ!