Enamorado... [Terminado]

15.

Decepción, era la única palabra que se atrevía a pronunciar, volvió lanzarse agua a sí mismo, mojando su rostro, ahogando un sollozo desesperado, era demasiado sensible, pero no podía evitarlo, después de observar como el guitarrista insistía nuevamente en hablar con la azabache y esta se sonrojaba al escuchar lo que decía se derrumbó, ya había llamado a su chef para pedirle que no cocinara aquellos extravagantes platillos, al igual que cancelo con los músicos que vendrían a tocar esa pieza que se aprendió después de escucharla todos los días, no poniendo atención a sus clases, pero la amaba tanto que en esos momentos pensó que valdría la pena, incluso había cambiado su estado de "Hoy será el mejor día de mi vida" a "Buscando motivos para no suicidarme".

Tal vez exageraba las cosas, sin embargo la amaba con tanta intensidad que el ser rechazado por ella de nuevo sería mucho peor que recibir un rayo, y la diferencia no sería mucha, si lograba sobrevivir quedaría una marca eterna de esa batalla infernal.

Lo único que quería era lanzarse a su cama y meditar sobre el asco que era en asuntos románticos, observó su rostro que se reflejaba en el espejo, acariciando su mejilla reflexionando acerca de la locura que era, ya no se trataría de pedirle compartir sus días a su lado, esta vez sería una aclaración de los sentimientos de ella, si resultaba que amaba a Luka lloraría pero al final lo aceptaría, no logró enamorarla, posiblemente encontraria alguien más, alguien que si lo amara como la luna ama a la tierra porque a pesar de todo el tiempo que ha pasado sigue a su lado, eso se decía negándose a creer lo que confirmaba la ciencia.

Fingiendo una sonrisa con la mirada puesta en su reflejo salió del baño, encaminandose a la zona más apartada, esperando no ser interceptado por sus amigos, ahora entendía las palabras de esa mujer de la mecánica del corazón, aunque el suyo era más débil, solía desmoronarse por si solo.

Sin duda Adrien Agreste era el chico más dramático que había pisado la tierra.

Suspiró escuchando la campana que anunciaba que era momento de regresar al salón de clases, pasando de largo de Marinette se coloco en su lugar, ajeno a lo que murmuraba la Dupain.

Tratando de ignorar las preguntas que realizaba su amigo, al igual que las miradas asesinas que le lanzaba Alya. Durante el resto del día se mantuvo distante, encerrado en su propios pensamientos, ignorando la voz que lo acusaba y tratando de hacer callar a la otra que creaba las ideas de lo podría suceder.

Al escuchar la última campana se hundió el su asiento, echando un vistazo rápido a la azabache, la cual guardaba sus cosas con suma lentitud, asegurándose que nada le faltaba, despidiéndose de su mejor amiga esperando en su asiento, pronto se quedaron solos en el aula, con una tensión entre ambos difícil de romper; el rubio entreabrio sus labios sin saber que decir, terminarlo de una vez o esperar a que observará lo que tenía de sorpresa, su corazón latió rápidamente y sus mejillas enrojecieron ante la posibilidad que a ella le gustara.

—¿Vamos? —se atrevió a preguntar con el nerviosismo intercalandose en su voz, la azabache asintió en silencio, al salir se abstuvieron de tomar la mano del otro como ya era una costumbre entre ellos, Adrien le dio unas indicaciones a su chófer, seguidamente ambos se dirigieron al hogar del joven, durante el camino ambos se trataron de mentalizar que aceptarían la decisión del otro.

Al llegar a la mansión, Adrien retuvo la respiración, al momento que la limusina se estaciono se congeló, dudando en que hacer, su invitada lo observó ansiosa y temerosa.

—esto es un desastre —la azabache se exaltó al escuchar su voz, apretó los labios, mientras que el Agreste reaccionaba por su confesión —yo... —la observó unos segundos apenado, abriendo con el corazón desbocado la puerta a su izquierda, apresuradose a sacar su cuerpo para después correr con la mayor rapidez que sus piernas le permitían, refugiándose detrás de un par de árboles.