Harry permaneció sentado, todos cuantos estaban en el Gran Comedor lo miraban. Nadie aplaudía. Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón. Algunos alumnos se levantaban para ver mejor a Harry, que seguía inmóvil, sentado en su sitio. En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo. Harry se volvió hacia Ron, Maddie, Noa y Hermione. Todos los demás ocupantes de la larga mesa de Gryffindor lo miraban con la boca abierta.
—Yo no puse mi nombre —dijo Harry, totalmente confuso—. Ustedes lo saben.
Uno y otro le devolvieron la misma mirada de aturdimiento. En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.
—¡Harry Potter! —llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!
—Tienes que hacerle caso —dijo Maddie.
—Alguna de tus compañeras puede acompañarte —murmuró Dumbledore, con una leve mirada de pena.
—Noa —dijeron Hermione y Maddie y Noa suspiró.
—Vamos —le susurró Noa a Harry, dándole a Harry un leve empujón.
Harry se puso en pie, se pisó el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco. Avanzaron por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. El murmullo se hacía cada vez más fuerte. Cuando se hallaron delante de Dumbledore, notaron las miradas de todos los profesores.
—Bueno... cruza la puerta, Harry —dijo Dumbledore, sin sonreír—. Y tú ve con él.
Pasaron por la mesa de profesores. Hagrid, sentado justo en un extremo, no le guiñó un ojo a Harry, ni levantó la mano, ni hizo ninguna de sus habituales señas de saludo. Parecía completamente aturdido y, al pasar, lo miró como hacían todos los demás. Harry, con Noa, salió del Gran Comedor y se encontraron en una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas. Delante de ellos, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor. Cuando entraron, las caras de los retratados se volvieron hacia ellos. Noa vio que una bruja con el rostro lleno de arrugas salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído. Viktor Krum, Cedric y Fleur estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur los miró cuando entraron y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.
—¿Qué pasa? —preguntó, creyendo que habían entrado para transmitirles algún mensaje—. ¿«Quieguen» que volvamos al «comedog»?
Harry se quedó allí quieto, mirando a los tres campeones.
—Noa, ¿qué pasa? —preguntó esta vez Cedric mirando a Noa.
—Yo solo lo acompaño —dijo ella titubeando—, Harry... Él...
Oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo, que entraba en la sala. Cogió del brazo a Harry y lo llevó hacia delante.
—¡Extraordinario! —susurró, apretándole el brazo—. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita —añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres —. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los tres magos?

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Pequeñas Black y el Caliz de Fuego {Libro IV-Harry Potter}
FanfictionLa cuarta parte sobre la historia de Maddie y Noa, las alumnas de ahora casi 14 años que cursarán su cuarto año en Hogwarts, junto a sus amigos Harry Potter, Ron Weasley, Hermione Granger y más; enfrentándose a algo que jamás habían esperado: el Tor...