La noche anterior había sido la más vergonzosa de mi vida. Yack era un maldito desgraciado, encima sabía que yo lo sabía, y encima le agradaba serlo.
Desperté con un delicioso aroma a café inundando la habitación.
-Buen día, enana- espetó -Te traje el desayuno. Trágatelo rápido o llegaremos tarde a la escuela.
Me tallé un ojo, medio adormilada aún. Hice como me decía sin detenerme a dar las gracias, comiéndome las galletitas que había traído sin cesar.
-¿Hafe fuamfo eftaf fefiefto?- pregunté, con la boca llena.
-Enana, si vas a hablar primero traga- obedecí, con algo de dificultad.
-Que hace cuánto estás despierto- repetí.
-Eso no importa. Tal vez desde hace diez minutos, tal vez no dormí en toda la noche, tal vez estaba tan duro que tuve que esperar largo rato hasta poder relajarme y dormir, sólo para soñar cómo te daría duro y sin parar hasta que ya no pudieras aguantar, y luego me desperté antes de que amaneciera. Pero recuerda, solo tal vez.
Me atraganté al oír el último "tal vez" y comencé a toser como si no hubiera un mañana. Yack rodó los ojos.
-Tienes veinte minutos para arreglarte y bajar, o vendré yo a vestirte- acto seguido descendió a la planta baja.
Apenas me recuperé de mi ligera obstrucción respiratoria salté de la cama, me bebí el resto del café de un trago y volé. Escogí lo que iba a ponerme rápidamente (que en realidad no era mucha ciencia, un jean, una sudadera color gris y mis zapatillas rojas) y luego recordé que la noche anterior no me había puesto bragas por imbécil. Tal vez Yack tenía razón y al final sí estaba desesperada por perder la virginidad.
Saqué unas bragas al azar de un cajón, me las puse a velocidad luz y al intentar subirme el jean de un tirón me caí.
El estruendo atrajo al demonio, perdón, a Yack. No sé para qué me corrijo si son lo mismo.
Me miró de arriba a abajo.
-¿Es en serio, enana?- me levantó y terminó por ponerme los pantalones él mismo -Eres especial, ¿verdad? Del tipo de especial con problemitas en lo que vendría a ser la masa encefálica.
-Deja de tratarme de retrasada- gruñí, deslizando una camiseta por sobre mi cabeza.
-Lo haré cuando dejes de ser torpe. No te olvides tu condenado teléfono, o asegúrate de que tenga batería- bajó otra vez, y ahora lo seguí.
-¡No soy torpe!- chillé, siguiéndolo por las escaleras.
-En serio, enana, ¿qué clase de persona olvida ponerse bragas? ¿Qué clase de persona permite que un objeto tan importante como su celular se quede sin batería? Y, principalmente, ¿qué clase de idiota no puede ponerse el pantalón correctamente sin caer al suelo? Agh, ya agotaste mi paciencia, apurémonos a llegar a la escuela.
-Nadie te obliga a acompañarme- espeté, molesta y ofendida. Tomé mi mochila del perchero y me la eché a la espalda. Salí de la casa rápidamente, sin esperarlo.
-Oye, genio, ¿cómo esperas volver a entrar si no te llevas las putas llaves?- gritó detrás de mí. Volví, tratando de mantener mi dignidad intacta (o lo que quedaba de ella) y le arrebaté las llaves.
Caminé velozmente, deseando que no me siguiera, pero lo hacía de todos modos. ¿No notaba que estaba molesta con él?
Las doce cuadras que me separaban del colegio se deshicieron bajo mis pies más rápido que nunca. La ira parecía motivarme como nada. Eché un vistazo hacia atrás para asegurarme de que el idiota no estaba cerca de mí.
Entré a la institución echando humo, encontré mi salón y elegí un lugar al fondo y a la esquina. No quería que nadie me hablara, me mirara o siquiera respirara cerca de mí.
Llegó una profesora de una materia a la que no le presté atención en toda la clase, me sentía en un trance fúrico. Lo único que logró sacarme de mi ensoñación fue la voz de la directora saliendo de un parlante:
-Debido a los recientes casos de ciber-bullying, se le ha ordenado a los celadores correspondientes que revisen los celulares de los alumnos.
Un murmullo se extendió por todo el lugar. Nadie quería que revisaran su teléfono. Mucho menos... yo. ¿Y si algún profesor era un portador de diario? Qué fácil sería. Ver cuál de ellos actúa de forma anormal y destruirlo.
Una frase se cruzó por mi mente: no moriré. Al menos, hoy no.
-¿Puedo ir al baño, profesora?- pregunté inocentemente.
-¿Eh? Adelante...- dijo ella despreocupadamente.
Salí del aula fingiendo estar en una emergencia. Corrí por los pasillos a toda velocidad, hasta que un celador me detuvo.
-Señorita, sabe perfectamente que no puede correr por los pasillos. Vaya a la oficina de la directora, en este mismo instante- ordenó de forma autoritaria.
Entonces... ¿era la directora de quien debía ocultarme? No. Basta de ocultarme y correr. Había hecho eso siempre, y jamás funcionó.
Me armé de valor y me dije a mí misma: hoy vas a pelear.

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Survival Game (Mirai Nikki)
FanfictionEspera. ¿Por qué mi diario decía algo que aún no había pasado? Ciertamente yo jamás había escrito lo que decía: "No hice los deberes de la casa. Mamá llegó cansada y se enfadó conmigo por no hacerlos." Vale, no había hecho los deberes de la casa. Pe...