Wei no tuvo tiempo de procesar lo que ocurría y solo le hizo caso, transformó sus manos en garras para poder cavar lo más rápido posible. Al terminar fue por el cuerpo y lo llevó al agujero, lanzó el brazo también y volvió a poner la tierra encima, una tumba improvisada. Se arrodilló con una lagrimita en sus ojos y con las orejas puntiagudas caídas.
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