Se encontraba algo alterado, pues hacía unos minutos había notado la ausencia de su cuaderno de dibujo, ese donde guardaba bocetos importantes y varias ideas sin terminar. Caminaba por el lugar con la mirada inquieta, revisando mesas, estantes y sillas, como si en cualquier momento fuera a aparecer. Su expresión dejaba claro que buscaba algo valioso para él. Fue entonces cuando distinguió a alguien cercano. Dudó un instante, indeciso sobre si debía acercarse o no.
Finalmente reunió un poco de valor y avanzó hacia esa presencia, aún con una evidente incertidumbre en los ojos. Con la mirada levemente inclinada hacia el suelo, estiró la mano y rozó con suavidad —apenas un toque casi imperceptible— la tela de su manga para llamar su atención. El contacto duró solo un segundo antes de que retrocediera un paso, manteniendo la distancia mientras intentaba formular la pregunta adecuada sobre su cuaderno extraviado.