Hoy te escribo en el aire, esperando que algún día el destino quiera que esto llegue a ti, deseando para entonces que se coloque en tu camino en el lapso indicado de tu vivir.
Te agradezco también por la amistad que me regalaste, por el apoyo que depositaste día a día conmigo no queriendo algo a cambio. Sí, porque yo igual te doy gracias por repartir en mí grandes enseñanzas, por haber creído en cada paso que daba aun cuando moría de desconfianza.
Tu despedida dejará una nostalgia en mis recuerdos, mil instantes donde extrañaré cada uno de esos preciados momentos. No obstante, me veo tranquilo por ti, busco sin malicia que en un futuro logres seguir manteniendo esa alma feliz; para lo que te depara mis grandes deseos, que se cumpla con benevolencia cada uno de tus más importantes anhelos.
Inunda el mundo de tu filosofía, que en cada rincón llenes de dicha con poesía. Si éste es el adiós, descubre con intriga los espacios ganadores; inclusive si no lo es, maravíllate con tus alrededores.
Miraculum fabulae meae, quod det mihi magnum amicum, gratias.