Rozo con la yema de mis dedos las paredes que están cubiertas de inscripciones y símbolos arcanos que narran una historia oculta de la Academia: una época en la que las brujas y los hombres lobo fundaron una logia secreta para proteger conocimientos ancestrales y artefactos poderosos.
Los pasadizos son estrechos y oscuros, iluminados solo por antorchas mágicas que se encienden al paso.
A medida que me alejo de la entrada y me adentro más se siguen encendiendo todas las antorchas de fuego azul que parece susurrar secretos antiguos. Iluminando el camino y mostrándome otro espacio desconocido para mí, de la Academia.
A lo largo de estos túneles, se encuentran puertas escondidas que conducen a cámaras secretas. Algunas de estas cámaras contienen bibliotecas ocultas con grimorios antiguos y pergaminos mágicos, mientras que otras son antiguos laboratorios donde se llevaban a cabo experimentos prohibidos.
El aire en los pasadizos es pesado y frío, con un eco constante de pasos y susurros del pasado. Si alguien se aventura en ellos debe tener cuidado, ya que los pasadizos parecen estar protegidos por trampas mágicas.
Avanzo con cautela, los nervios tensan cada uno de mis músculos. A mitad del camino, un guardián aparece de las sombras. Es una figura imponente, con una capa que parece fundirse con la oscuridad, y ojos, que brillan con una sabiduría antigua. Su voz resuena grave y firme en el pasadizo.
—¿Quién se atreve a perturbar estos caminos reservados para los dignos? —pregunta el guardián, con un tono cargado de autoridad.
Trago saliva, consciente de que debo demostrar mi valía.
—Soy Turner, estudiante de la Academia. Busco conocimiento y respuestas que no se encuentran en la superficie.
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