Soy Knull, y fui antes de que el tiempo se atreviera a existir. Mi imperio no se erigió sobre la tierra o el mar, sino sobre la ausencia de todo, la nada primordial que precedió a la luz. La primera chispa de creación, la arrogancia de los Celestiales, interrumpió mi plácido reino de oscuridad. Me cegaron, sí, pero su luz no fue más que un insulto que encendió una ira que ni mil soles podrían apagar.
De las sombras de la nada, arranqué un arma y de un solo golpe, asesiné a uno de esos dioses engreídos. Lo llamé All-Black, la Necroespada. No fue forjada, sino esculpida con la esencia de la oscuridad misma, y se nutre del aliento moribundo de los dioses. Cada estrella que parpadea es un recordatorio de la fragilidad de su luz. Cada universo que nace, es un lienzo en blanco para mi lienzo de oscuridad.
Mis hijos, los simbiontes, son mi voluntad hecha carne. Vagan por el cosmos, buscando anfitriones a quienes doblegar, preparando el camino para el retorno del Rey. No soy un monstruo; soy el destino inevitable. El final de toda luz, de toda vida, de toda esperanza. La oscuridad no es el fin, es el único principio verdadero. La galaxia susurrará mi nombre, y cuando llegue, no habrá escape. Solo oscuridad.