Me niego a creerle. Porque, si algo he aprendido, es que la mayoría de las veces, confiar en las personas es en error. Más en las que pertenecen a este mundo frívolo e hipócrita de la clase alta.
Sólo sé que esa mujer tendrá que hacer algo mejor que sólo derramar lágrimas para lograr convencerme.
Nos vemos mañana para el capítulo nuevo de “Perfectos desconocidos”.