Las manos juntas, en un vals. Pasos coordinados perfectamente tan tatuados en la memoria que se vuelven inolvidables, el vestido de ella ondeando ante los delicados giros que lleva marcados. La elegancia del traje de el contrasta con la libertad de la apariencia de su compañera uniéndose al ritmo interior de sus corazones. Derecha adentro, izquierda afuera y al revés; mano en la cintura, la otra mano en el hombro y las sobrantes aferradas, tan enigmático con los ojos cerrados con una guia mística, adelante y atrás, giros y giros.
Las esmeraldas verdes y los zafiros profundos se encuentran, el rubio alocado y el azabache se entrelazan entre el viento, la piel lechosa junto al chocolate echo piel juntos como siempre deben de estar en una danza infinita por los siglos, ya que eso sucede cuando la luna y el sol se aman.
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Por: Karys-rdz