Todo comenzó cuando tenia 16 años y una historia que queria contar. Lo hice para sacar la otra voz que me rogaba por salir, pero jamás creí que me llegaría a gustar, que llegaría a amar la escritura hasta el punto de definir quien soy.
Escribir es quien decidí ser a mis 17 años, quien decidí ser a mis 18, 19 y 20, y quien quería ser siempre hasta morir. No voy a mentir, soy una persona sumamente codiciosa, ambiciosa y materialista, esa soy yo y aunque sé que quizá debería avergonzarme un poco, no es mi caso para nada, la cuestión es que el escribir alejaba bastante eso de mí, me convertía en otra persona, saben? Siento que me convertía en una mejor persona, una feliz y llena de sueños y optimismo, una quien sabía quién era y quién quería ser por sobre todas las cosas porque, después de todo, no me importaba nada siempre y cuando tuviera la escritura.
Hoy, con casi 23 años, estoy perdida de nuevo como si tuviera 14 y los adultos me hicieran una y otra vez esa tediosa pregunta: "¿Qué queres ser de grande?". La diferencia es que a mis 14 no me molestaba tanto en pensar a profundidad porque me decía a mí misma "tranquila, tenes tiempo de descubrirlo". Lo hice, descubrí lo que tanto me apasionaba como para querer vivir de ello toda mi vida, hasta que se volvió una carga para mí. Escribir ya no me da ni el más mínimo atisbo de felicidad, ahora lo siento una carga que me hunde y debo arrastrar. Siento como si me costara respirar con cada palabra que me obligo a arrancar de mí. ¿Y saben qué es lo peor? Que las ideas para un nuevo capítulo están en mi cabeza, entonces eso me hace creer que está bien, aún está ahí, aún puedo manejarlo, pero la verdad es que ya no puedo. Me siento muy perdida, porque después de todo si no escribo, ¿quién soy? Ya no soy adolescente, por ende, siento que ya no tengo el tiempo del que alardeaba antes. Ya la gente espera algo de mí, algo que atribuya al mundo en el que habitamos, y antes estaba feliz de hacerlo, pero ahora...